First Dates ha vuelto a sorprender a los espectadores con los protagonistas de una cita que, una vez más, ha dejado en evidencia las diferencias de perspectiva y las prioridades en las relaciones durante la tercera edad. Los protagonistas eran Carmen, una mujer que enviudó hace tres décadas y perdió a su última pareja hace tres años debido a la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), y Manolo, un exinspector de policía de 74 años.
“Cómo yo no hay otra, la comió un cerdo cuando salió al mundo porque dos iguales no podía haber porque acabábamos con todo”, explicó ella, que desveló que trabaja como cuidadora de personas mayores. Una profesión para ella muy bonita en la que sigue “porque yo me encuentro bien, no tomo pastilla ninguna”.
Él, por su parte, explicaba que debido a su profesión siempre vestía de traje y corbata, por lo que este complemento ya no le “aprieta”. Y, si bien ella se llevaba una buena impresión, Manolo no tardaba en reconocer que “creo que no es mi tipo, me gustan las mujeres que sean de buen ver”.
Según fueron pasando los minutos fue quedando claro que eran muy diferentes. De hecho, justo cuando tocaba sentarse en la mesa tenían el primer malentendido a la hora de elegir sitio y es que él, “por defecto profesional”, no quería dar la espalda. “He estado muchos años trabajando en el País Vasco y si entraba en un restaurante siempre me ponía en la pared para divisar todo bien”, contaba.
Cuando llegó el turno de hablar de sus gustos, llegó el tema del baile, una de las grandes aficiones de ella. “Madre mía, en eso vamos a chocar”, confesaba su cita, que explicaba que no le gusta nada eso de estar rozándose con otra gente, en un lugar sin ventilación, maloliente… “Es otra deformación profesional”, afirmaba.
Un pasado amoroso complicado
Manolo no tardaba en sincerarse y contaba que su última separación le pasó una gran factura, tanto que tras esta “estuve un mes en el psiquiátrico”. Si bien era una confesión sorprendente, Carmen lo entendió a la perfección, pues según afirmaba no te esperas nunca que tu pareja de deje, y menos en Navidad, como le sucedió a él.
Carmen, por su parte, ha explicado que llevaba 30 años viuda y que después tuvo una pareja que falleció hace tres años de ELA. Desde entonces no ha tenido pareja, pues cree que todos los hombres buscan lo mismo en ella: “te quieren llevar a la cama y esta trucha ya no pica”.
Por eso mismo había decidido utilizar un juguete sexual, un satisfyer con el que está muy feliz, según le confesó a Manolo. “Satis… ¿Qué?”, le preguntaba él, que no sabía de qué estaba hablando y es que por su educación religiosa había tenido prohibida la masturbación y es algo con lo que puede vivir. Carmen, además de contarle qué es, le aseguraba que está encantada con el instrumento porque «ni aguantas a nadie ni malos olores ni nada”.
Carmen dejó claro desde el principio que todo lo que ha logrado en su vida ha sido por mérito propio y que no necesita depender de nadie. Manolo, por su parte, estuvo de acuerdo y le propuso intercambiar números de teléfono para mantenerse en contacto, conversar, salir a pasear y disfrutar de buenos momentos juntos, destacando que “a nuestra edad, los temas sexuales ya no son necesarios”. El soltero se ofreció amablemente a pagar la cena y explicó que, en su opinión, la segunda cita ya había comenzado, aunque no sería como todos podrían imaginar.