Para el capitán de navío retirado Pedro Luis Galazzi, segundo comandante del Crucero ARA General Belgrano en el momento en que fue hundido por el submarino británico HMS Conqueror, en la ofensiva más trágica de la Guerra de Malvinas, el día para recordar a los caídos es el 2 de mayo -la fecha del naufragio- y no el feriado del 2 de abril. Y, como hizo aquella tarde en la que se presentó en la Universidad del Museo Social Argentino para rebatir una exposición sobre “el crimen del buque argentino”, en una entrevista con LA NACION insistió en que no se trató de un crimen de guerra.
De lo que no hay duda es de que fue la mayor tragedia naval de la Armada, con 323 muertos, la mitad de los caídos que tuvieron las fuerzas argentinas en toda la guerra. El buque yace a más de 4000 metros de profundidad en el Atlántico Sur, luego de hundirse en la tarde del 2 de mayo de 1982, tras recibir los impactos de dos torpedos y más de 9000 toneladas de agua en su interior.
Frente al argumento de que el Crucero ARA General Belgrano fue hundido fuera de la zona de exclusión definida por los propios británicos –un radio de 200 millas alrededor de las islas-, el capitán Galazzi se pregunta “qué atribuciones tenía el Reino Unido para fijar una zona de exclusión, en una superficie que es jurisdicción argentina”.
“Yo no utilizo la palabra guerra. Porque no hubo guerra. En el mundo se matan como locos, como en Ucrania, pero no hay una declaración de guerra. Tampoco en Malvinas. Un país estaba en poder de las islas y el otro quería recuperarlas. Había violencia y enfrentamientos, pero no hubo guerra”, insistió el marino, que nació el 12 de marzo de 1938, exactamente el mismo día en que el ARA General Belgrano fue botado en Estados Unidos, cuando pertenecía a la Armada de ese país. Galazzi tiene hoy 87 años y, tras la muerte del comandante Héctor Elías Bonzo -en 2009-, es la voz más autorizada de los oficiales argentinos que condujeron el buque durante el conflicto del Atlántico Sur.
Crucero General Belgrano
Crucero General Belgrano
-¿Si no fue una guerra, cómo se define entonces el conflicto de Malvinas?
-Como lo defino yo. Hemos peleado por algo que nos pertenece y otros pelearon porque querían mantener la ocupación de Malvinas.
-¿Cómo se preparó el Crucero ARA General Belgrano para intervenir en el conflicto?
-El buque tenía 800 hombres en tiempos de paz. Ante el conflicto, tuvimos que prepararnos y aumentar el número de gente para estar en condiciones de cubrir todos los puestos de combate y transformar el crucero en una empresa que debía trabajar las 24 horas del día. Incorporamos unos 300 hombres, la mayoría conscriptos –muchos era la primera vez que subían a un buque- y personal subalterno especializado.
-¿El personal tenía tareas asignadas?
-Salimos de la Base Naval de Puerto Belgrano y asignamos las misiones a cada uno. El comandante está a cargo de todas las operaciones y al segundo comandante le corresponde todo lo demás que hace a la habitabilidad y al combate. Hasta el último conscripto debía ocupar su puesto con mucha responsabilidad. Había artilleros, expertos en comunicaciones, responsables de sanidad. El objetivo era formar un equipo. No había un Messi. Todos éramos jugadores. Y eso lo pudieron cumplir por el adiestramiento, la disciplina.
-¿Esa preparación incluía la posibilidad de entrar en combate?
-Teníamos que prepararnos para estar en condiciones de superar cualquier evento que se presentara. Un buque de guerra entra en combate a partir del momento en que zarpa del puerto. Puede ser atacado por un avión, un barco, un submarino y debe estar preparado para tomar las medidas de prevención y dar respuestas. Fuimos perfeccionando el ejercicio de abandono del buque, incluso de noche, ante cualquier eventualidad. Todos sabían que no íbamos a un juego y debíamos prepararnos con toda responsabilidad.
-¿En qué momento supieron que debían sumarse al Teatro de Operaciones del Atlántico Sur?
-En marzo de 1982 nos convocó el comandante de la Flota de Mar de la Armada. contraalmirante Gualter Oscar Allara, para informar los buques que iban a actuar en la recuperación de las islas llevando las tropas. El Crucero General Belgrano estaba en reparaciones y se nos pidió que siguiéramos así. Pocos días después nos comunicaron que apuráramos las reparaciones y que, una vez finalizadas, nos asignarían un destino.
-¿Entraron en combate?
-El Crucero General Belgrano entró en combate el día que zarpó de la Base Naval de Puerto Belgrano, el 16 de abril. Salimos en prevención, con la dotación preparada. Por ejemplo, una medida de prevención antisubmarina era navegar en aguas de baja profundidad.
-¿Había mujeres en la tripulación?
-No, éramos todos hombres. Sobre todo, de las provincias de Salta y de Santa Fe. Sabíamos que entrábamos en un conflicto, pero no sabíamos qué iba a pasar. Teníamos que estar preparados. En tiempos de paz, el Crucero llevaba unos 500 artilleros. Pero ante este conflicto tuvimos que multiplicar los cañones, el armamento y el personal de esa especialidad. El jefe de Sanidad, por ejemplo, debió instalar varios puestos de enfermería, cuando en tiempos de paz bastaba con uno. Se incorporaron cirujanos y se llevaron medicamentos. Necesitábamos más enfermeros, más combustible, porque no sabíamos cuánto tiempo íbamos a permanecer. Fuimos 1093, con más de 300 conscriptos, que cumplían distintos servicios.
-¿Partieron de Puerto Belgrano con una misión específica?
-La orden era situarse en proximidades de la Isla de los Estados y permanecer allí, a la espera de más instrucciones.
-¿Ese trayecto lo hicieron sin problemas?
-Sin dificultades, pero con ejercitaciones permanentes. El ejercicio del abandono del buque lo entrenamos varias veces. El personal tenía que estar listo, bien alimentado, descansados. El Crucero es una casa y todos debíamos trabajar bien.
-¿El entrenamiento comprendía la entrada en combate?
-No. Sí preparamos a los artilleros, hicimos ejercicios de control de incendios, entre otras maniobras. Entramos a Ushuaia y nos reabastecimos de municiones y combustible. Yo permití que los conscriptos escribieran cartas, cuando lo normal es no hacerlo. Accedí después a una carta que había escrito a sus padres un soldado de 19años, que murió en el naufragio. Ellos me la mostraron. Decía: “A mamá y papá. Cuídense mucho. Yo voy a defender la patria”.
-¿Cómo era la convivencia?
-Cada departamento de la unidad comprendía varias divisiones, que estaban a cargo de oficiales. Se fue formando un hogar en el que nada faltó. Es distinto estar en combate en tierra que estar en un crucero. En el buque hay agua caliente, se come muy bien. Estuvimos 16 días hasta el hundimiento y había jornadas de descanso, de entretenimiento, llevamos algunas películas que se proyectaban en una sala. Pero, claro, si a un buque lo llegan a tocar, son muchos los que vuelan. Teníamos entrenamiento y reparación.
-¿La tripulación era consciente de los riesgos?
-No. Nosotros nunca alarmamos a la tripulación. Hay que actuar con responsabilidad en cada puesto para cubrir cualquier eventualidad. Armamos una radio, para realizar transmisiones durante la noche. El comandante tenía en sus manos 1093 hombres. Nunca en la historia argentina un comandante tuvo esa cantidad de personas bajo su mando directo.
-¿Qué pasó después de dejar Ushuaia?
-En Ushuaia cargamos combustible, nos reabastecimos y seguimos con la misión de permanecer en proximidades de la Isla de los Estados. Allí nos llegó la misión de explorar distintas zonas cercanas, hasta que el comandante de la Flota de Mar nos ordenó “atacar” y eso cambió todo. Era el 1 de mayo a las 10 de la mañana.
-¿Qué significaba esa orden de atacar?
-Cuando se da una orden en un buque no se pregunta “para qué”. La orden se cumple o no se cumple.
-¿Era atacar un objetivo específico?
-Cuando se transmite esa orden, nuestra misión es encontrar ese objetivo. El comandante reunió a la plana mayor y comunicó que había llegado esa orden. Todos le hicieron saber, a través mío, que respaldaban lo que él dispusiera, en función de esa orden. A las 11 de la noche se puso rumbo al este y estuvimos navegando hasta las 8 de la mañana del día siguiente. Hay que estar en ese momento para ver todas las cosas que a uno le pasan por la cabeza.
-¿Estaban en comunicación con otras unidades de la Armada?
-A fines de abril nos habían enviado los destructores Piedrabuena y Bouchard. Al juntarse los tres buques y un petrolero, lo que permitía reabastecernos de combustible, se formó una división naval. El jefe de esa división era nuestro comandante, porque era el más antiguo. Avanzamos para cumplir la orden de atacar. A las 11 de la noche del 2 de mayo pusimos rumbo al este, navegamos unas diez horas. No divisamos ningún enemigo hasta que sentimos los dos torpedos que nos disparó el submarino británico HMS Conqueror. Sentimos el golpe. El buque se quedó sin electricidad. Creí que era un ejercicio de artillería que había ordenado el comandante. La gente fue a cubrir su puesto de abandono. Cuando vimos que el buque es escoraba y ordenamos abandonarlo, empezaron a bajar las balsas. El temporal que azotó fue tan grande que dificult+o las tareas de rescate-
-¿En todo el trayecto no pudieron divisar un enemigo?
-No. Cinco días antes de recibir la orden de atacar, uno de los destructores informo que había detectado un blanco en el radar y pedía autorización para lanzar un misil. El comandante consultó en la Sala de Situación del Belgrano y finalmente no autorizó a disparar. El que venía era una lancha rápida nuestra, que tenía un apostadero en Ushuaia y no había avisado. Era un puntito que se movía en el mar. Podría haber sido una tragedia.
-¿El ataque del Conqueror fue totalmente sorpresivo?
-Sorpresivo para nosotros, porque el HMS Conqueror nos venía siguiendo y nadie se enteró que estaba el submarino británico.
-¿No estaban equipados para detectarlo?
-Los destructores que nos acompañaban podían realizar unas pruebas de sonar, que tenían capacidad para detectar la onda hasta 1000 yardas. El submarino atacó desde 3000 yardas (unos tres kilómetros). No teníamos capacidad de detección.
-¿El submarino británico vulneró la zona de exclusión?
-La zona de combate es el mar. En el mar no hay zona de exclusión. Es una demarcación que suele usarse en los bloqueos para que ningún buque la cruce, con la amenaza de ser atacado. ¿Pero quién es Gran Bretaña para decirnos que si entramos en nuestras propias aguas nos van a hundir? Es un mar nuestro. Luego de Malvinas, al pueblo se le explicó muy mal lo que fue la guerra.