Luego de tantos años de protagonismo político, Cristina Kirchner y Mauricio Macri no estuvieron en un primer plano de la campaña electoral para las elecciones bonaerenses de este domingo, pese a que esta votación será un test clave más allá de los límites provinciales.
Jefes de dos espacios antagónicos, que arrastran desde hace más de una década su enfrentamiento personal e ideológico, coinciden en algo: Javier Milei no sólo les ganó en las urnas sino que dejó a ambos en un estado de desconcierto inusual para quienes dominaron la escena política en forma excluyente durante tantos años.
El Presidente incluso apuntó a Cristina Kirchner y a Mauricio Macri como dos rivales para consolidarse y crecer en la sociedad. A la titular del PJ la eligió como gran contrincante en busca de polarizar el electorado y poner al kirchnerismo como el máximo responsable de la crisis argentina. Al jefe del PRO lo arrinconó con la seguridad de que los votos amarillos se tiñeron de violeta y le dio un duro golpe en la elección porteña.
Pero la elección bonaerense, que a priori parecía poco importante y sin riesgo de nacionalizarse porque sólo hay en juego cargos provinciales, se fue afirmando con el paso de las semanas, y de una sucesión de traspiés libertarios, como una cita significativa para medir la salud política del Gobierno y la fuerza del peronismo.
Ante ese desafío, Cristina Kirchner y Mauricio Macri jugaron de manera muy distinta entre sí y con pocos puntos de contacto con la fuerte presencia de los dos en anteriores campañas electorales de envergadura.
La ex vicepresidenta, en principio, llega a la votación bonaerense con una condición inédita: condenada y con prisión domiciliaria por hechos de corrupción. Y, además, con un liderazgo dentro del peronismo que por primera vez se enfrenta a un amplio espectro de dirigentes que se animan a discutirle su conducción hegemónica, gran parte de los cuales se referencia en el gobernador Axel Kicillof, un ex protegido de Cristina Kirchner que busca quedarse con la candidatura presidencial en 2027 y líder del poskirchnerismo.
El mandatario bonaerense fue el que finalmente impuso su decisión de desdoblar las elecciones sin el apoyo de la titular del PJ, aunque para no formalizar la ruptura del peronismo aceptó que CFK digitara la mayoría de los nombres de la lista de diputados para octubre.
A su vez, Cristina Kirchner presionó todo lo que podía para mantener el control de la estrategia del peronismo y, pragmática, terminó aceptando crear Fuerza Patria, una alianza con Kicillof y Sergio Massa que representa un baño de realismo para tratar de ganarle a Milei: cuando fue dividido, al peronismo le fue mal en las urnas.
Incluso, aunque un triunfo de Kicillof significará menos poder para ella, Cristina Kirchner se subió como pudo a la campaña desde la soledad de su departamento de San José 1111. Desde las redes sociales, la ex vicepresidenta y mentora de Alberto Fernández castigó una y otra vez a Milei, y obviamente no le perdonó a él y a su hermana Karina el escándalo de las presuntas coimas en la Agencia Nacional de Discapacidad, mientras llamó al electorado bonaerense a votar al frente peronista para “ponerle un freno a tanto insulto, agravio, maltrato y desatino, y sobre todo, a tantas y tan profundas injusticias”.
“Me encantaría meterle el último clavo al cajón del kirchnerismo, con Cristina Kirchner adentro”, dijo Milei hacia casi un año y hoy el slogan de la campaña de La Libertad Avanza en la provincia de Buenos Aires es “Kirchnerismo Nunca Más”, pero en la Casa Rosada ya no hay tanto optimismo de que semejante ofensiva tenga un correlato en los votos en un distrito indomable.
Los estrategas libertarios ni siquiera están seguros de una victoria pese a haber logrado la rendición incondicional del PRO en materia electoral, que aceptó pintarse de violeta y resignar su nombre en una alianza forjada al calor de la necesidad: solos, los muchachos del macrismo tenían bajos porcentajes de votos en Provincia, según marcaban todas las encuestas.
Ahora, unidos a La Libertad Avanza y en un escenario de virtual empate con el peronismo que marcan los sondeos, los dirigentes del PRO sueñan con atribuirse aunque sea una porción de la hazaña que significaría terminar con algo de ventaja en las 8 batallas electorales que se darán este domingo en el distrito bonaerense.
¿Cuál fue el papel de Mauricio Macri como titular del PRO en este escenario tan decisivo? Tras la debacle electoral en la Ciudad de Buenos Aires, el bastión político del macrismo, el ex presidente tomó distancia -al menos públicamente- de todas las decisiones concretas sobre los comicios bonaerenses y delegó todo en manos de Cristian Ritondo, el jefe del partido a nivel provincial, quien, junto a Diego Santilli y Guillermo Montenegro, avanzó rápidamente hacia la alianza con el mileísmo.
Con un esquema basado en el repliegue a la espera de tiempos mejores, el mismo Macri que fue el exitoso arquitecto electoral que lo llevó a ganar la ciudad de Buenos Aires y a llegar a la Casa Rosada ahora ideó una estrategia realista: darle libertad de acción a la dirigencia del PRO en cada provincia para hacer el mejor acuerdo posible en los comicios, pero “con dignidad”.
Sin embargo, en una decisión muy resistida internamente, con rebeldías de dirigentes de peso como María Eugenia Vidal, Macri cerró un acuerdo electoral con Karina Milei para las elecciones nacionales del 26 de octubre, donde aceptó no tener un candidato del PRO a senador nacional por CABA (además de ser el espectador de la designación de su enemiga Patricia Bullrich) y apenas dos lugares expectables en la lista de candidatos a diputado nacional, e incluso soportó sin chistar la afrenta de que la hermana del Presidente le vetara el nombre de una postulante que había propuesto para la nómina.
“La alianza electoral que firmamos con LLA es el paso que debíamos dar para dejar atrás el murmullo socialista interno”, afirmó el ultramacrista Fernando de Andreis en su cuenta de X para celebrar el acuerdo con los libertarios, que lo ubicó en el mejor puesto del PRO en la lista de diputados nacionales por CABA: el 5° lugar.
“Hace ya demasiado tiempo que en el PRO andábamos discutiendo cosas viejas -dijo el hombre de confianza de Mauricio Macri-. Fue cansador escuchar, hasta acá, que se repitieran como ‘nuevas soluciones’ ideas antiguas que nos desviaron del camino del PRO liberal. Esas ideas, en el fondo, nos hicieron perder elecciones y deshilachar nuestra verdadera identidad de cambio”.
El aporte de Macri tras haber cerrado su acuerdo con los Milei fue mantenerse en silencio. Su última publicación en X, del 1° de septiembre, fue para felicitar a Juan Pablo Valdés por el triunfo en las elecciones de Corrientes. No hubo ningún pronunciamiento aún sobre las presuntas coimas en el área de Discapacidad, la serie de derrotas del oficialismo en el Congreso, la pelea de Milei con los gobernadores ni los vaivenes económicos.
Así como poco después de la derrota del PRO en las elecciones porteñas se tomó un avión privado a Europa para cumplir con sus tareas en la Fundación FIFA, Macri eligió otro viaje sugestivo tras sellar el 7 de agosto su acuerdo con Karina Milei: voló a Dinamarca para participar del Mundial de Bridge, una de sus grandes pasiones, aunque quedó eliminado en la primera ronda.
Ya regresó al país, pero aún no habló y casi no tuvo apariciones públicas, con la excepción de la fiesta por los 80 años del diario Clarín en el Teatro Colón, el lunes pasado, a la que fue con su esposa, Juliana Awada.
Ya quedaron muy atrás esas declaraciones durísimas de abril pasado con las que castigó a los dirigentes del PRO que coqueteaban con un acuerdo con los libertarios (y que, al final, él terminó aceptando a regañadientes): “Los dirigentes que tenían precio ya fueron comprados, los que quedamos tenemos valores”.