Amparo Viau, cuerpo, gesto y color con corazón de tiza

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Amparo Viau presenta “El corazón de lo que existe”, en galería Grasa

En una primera aproximación rápida, las obras de grandes proporciones de Amparo Viau generan una sensación centelleante, una disputa de colores puros que se despliegan en una especie de retablo que, desde el fondo de la sala de la nueva sede de galeria Grasa, en Retiro, se va abriendo como en fuelles, en capas, como rayos.

La propuesta de El corazón de lo que existe, con curaduría de Joaquín Rodríguez, en ese sentido, propone unos vínculos libres entre las piezas, una unidad, que no prioriza, salvo el tríptico del fondo, a ninguna en especial, ya que genera a medido que se ingresa una sensación de acorralamiento. La dispocisión juega, entonces, con el concepto del todo y las partes.

La idea original, cuenta, era realizar “una obra muy grande de tipo 40 metros, pero tampoco tenía mucho sentido en relación al espacio. Y hablamos con Joaquín de lo teatral, lo escenográfico, de generar un diálogo desde la perspectiva de un gran paisaje”.

En su imaginario, la policromática Viau (Adrogué, Buenos Aires, 1991) establece vínculos entre la historia del arte, con una estética que juega con un imaginario de los cuerpos renacentistas, con un fuerte vínculo a través de la anamorfosis. Esos cuerpos que parecen flotar, ingrávidos, por momentos coreográficos, en otros estáticos, coexisten con la animalística , el surrealismo y reminisencias tatoristas, siempre a través de una ponderación por la línea y la gestualidad.

Con curaduría de Joaquín Rodríguez, la muestra propone vínculos libres entre las diferentes piezas, pero a su vez una unidad que forma un paisaje único

Sus dibujos engañan a los sentidos: planos en el espacio, sin volumen, se escalonan de manera vitraux, y a partir de su paleta diversa y saturada se genera una ilusión de diferentes escalas, profundidades. A la vez, Viau, logra que en sus obras los protagonistas centrales convivan con lo que sucede en el fondo, o el fondo sea en realidad lo que determina el movimiento de las figuras, creando microcosmos oníricos de belleza armónica.

En muchas de las obras se puede observar los colores del soporte sobre los que dibuja, donde en algunos casos se pueden observar las pruebas de color y en otros, “las manchas como algo de propio del material y del trabajo de taller”. “Fue un pedido de Joaquín, yo quería cortar sobre los bordes y al principio me costó un poco porque iba a quedar desprolijo, pero después entendí que estaba bueno porque hay una cierta sensibilidad en poder acercarte más al material”, dijo.

Viau irrumpió en la escena hace unos pocos años, cuando en su debut en arteba se quedó con el Premio en Obra de la edición 2022, situación que le “cambió la vida en todo sentido”. “Durante miucho tiempo tuve trabajos randoms, con lo que apenas llegaba a pagar el alquiler y la comida. Pero en ese momento era la primera vez en mi vida que tenía un trabajo que amaba, en la productora La casa de al lado, donde tenía el privilegio de laburar con amigos en un espacio increíble, pero después de arteba explota todo, mis amigos me decían ‘volá de acá’, así que pude dedicarme a mi propia obra exclusivamente, fue un momento de muchos miedos también”.

Amparo Viau se presentó en sociedad en arteba 2022, en la que ganó el Premio en Obra (arteba)

La artista se despliega en papel fabriano de algodón con un virtuoso manejo de la tiza, elemento al que llegó casi por casualidad, pero que entiende que “estaba buscando un material como para inconscientemente emprender un viaje”.

“En ese momento estaba haciendo muchos dibujos en lápiz con papel, medio blanco y negro. Y le ponía algunas cositas en tiza o de pastel. Después pasé a unas pinturas en acrílico, pero nada. Yo estaba medio experimentando porque tampoco era parte de una galería. Tenía un espacio de taller donde dibujaba y daba clases por placer, encuentros de modelo vivo, etcétera. Entonces, me quedé sin material, sólo tenía tiza y ahí arrancó. Siento que nos entendemos mutuamente, pero también después de un montón de laburo, muchos años de experimentos, de probar superficies, de logar una cierta prolijidad, porque es un elemento que mancha mucho”.

En la muestra, en una sala contigua, presenta su primera escultura que recrea dos cuerpos en su estilo, realizadas con la técnica japonesa yakisugi, que consiste en quemar la madera para mejorar su durabilidad. Allí, casi a oscuras, se crea una atmósfera con elementos que sobrevuelan en el espacio.

“Hice un boceto en lápiz. Fue como un proceso totalmente distinto y también interesante porque de repente se me abre un mundo sobre las distintas maneras en las que una puede dibujar”, dijo.

En la expo, la artista presenta su primera escultura hecha en madera con la técnica japonesa

En un recorrido junto a Infobae Cultura por El corazón de lo que existe, la artista reflexionó además sobre sus procesos, el uso del color y el tranajo con el modelo vivo, entre otros temas:

Tus obras son siempre potentes, nunca son “calladitas”, ¿cómo te llevás con esa construcción del color?

— No me interesa para nada la tibieza. El color viene como una instancia donde ya la obra está bastante avanzada porque es la parte que menos me cuesta y la que quizás más disfruto. Lo más complejo para mí es la componer las escenas, los cuerpos, de la figura humana que sale del modelo vivo, para generar una escena que cuente algo. Cuando empieza el color me genera bastante alivio, incluso como que es la parte medio de maquillaje, una instancia final que para mí es bastante más liviana y más alegre. Para mí es muy difícil pensar que un color queda mal, me parece algo imposible y siento que también hay como mucho miedo al color.

¿Lo del miedo es algo que vos sentís en tus colegas o más en general?

— En general. De hecho es una de las primeras preguntas que todos me hacen, yo entiendo que es un impacto también por el tamaño.

Que es otra característica tuya también.

— Recontra. Es algo que me empecé a dar cuenta a medida que fui mostrando la obra, porque para mí está medio normalizado. A medida que me lo van preguntando, también me voy concientizando que es como una de las cosas por las cuales más me reconocen. No tengo claro cuál es mi relación con el color, pero creo que hay algo que es importante, que es que me crié en una casa donde ya había muchísimo color. Nunca me dijeron que un color al lado del otro quizás era mucho, como algo de un cierto límite.

La artista se despliega en papel fabriano de algodón con un virtuoso manejo de la tiza

¿Y por qué decís lo de tu casa? ¿Cómo era?

— La casa de mis viejos, en zona sur, era como una especie de escenografía. Y yo creo que viene muy de ahí. La casa es rosa, pero a la vez de casi todos los colores: un jardín con muchas plantas y muchos recovecos con objetos de distintos colores y materiales que conviven perfectamente, como con una cierta armonía. Por eso creo que lo tengo naturalizado y el color me encanta también.

Hablábamos de tu origen con la tiza, que en su uso tiene una cierta pureza, ¿creés que eso te ayuda en el desarrollo de lo que es tu dibujo, como que te da otra plasticidad que por ahí con otros materiales no sentías?

— Creo que hay algo del vínculo con los materiales, que surge cuando uno se engancha con alguno o con una manera de hacer. Mientras te vas entendiendo vas llegando a algo en conjunto: hasta donde yo te puedo entender y hasta dónde vos me podés dar. Es algo que se arma de a dos. La tiza tiene un montón de cosas para mí muy buenas, como de un impacto de color muy interesante, de una textura muy sensible que no me lo da una pincelada de acrílico, que lo siento como más rígida.

¿Trabajás en una composición previa y después vas a la obra?

— Voy directo. Sí me pasa que trato de hacer modelo vivo siempre que puedo, como manera de ejercicio y después hay cosas que me llevo, y otras que repito, en las que me interesa insistir. Como, por ejemplo, en relación a la línea y el gesto. Tengo pequeñas obsesiones que también se van modificando, en relación con las manos y a las torsiones o a las bocas, o a exagerar ciertas partes del cuerpo e incluso exagerar posiciones.

¿Qué haces con el error?, ¿el accidente se convierte en algo más?

— No hay error o veo que después hay cosas que me gustan más que otras. Es todo one shot. Mi proceso tiene algo muy de resolver problemas todo el tiempo, porque si puse un celeste y queda muy apagado, y lo quiero levantar, lo acompaño, por ejemplo, con un rosa. Y también a algunas cosas hay que abrazarlas. La tiza, el papel y los colores son tan lindos que nunca quedan mal, después hay cosas que no hice y me hubiera gustado y las laburo a futuro. Como cualquier proceso, siempre es como un puente a otra cosa. Y la tiza me da una cosa muy de un resultado instantáneo, estás ahí, sintiendo como todo el tiempo y lo ves claro.

Imágenes del taller de Viau

Para esta muestra, ingresaste por primera vez al mundo de la escultura, imagino que se te abre un mundo.

— Exacto, totalmente. Es un proceso rarísimo, me sentía rarísima. Hay una máquina que está cortando la madera que surge del dibujo y me parecía que era algo muy duro. Después, me pareció increíble, como se respetaba el trabajo de la línea. Cuando lo empecé a quemar con el soplete, empezaba a ablandarse la pieza y eso me pareció reinteresante. Llegué hasta un punto porque no me quería pasar en experimentar, ya habrá tiempo para jugar con los tamaños e incluso con el color.

Con respecto a esto que me decías de las obsesiones con el cuerpo, ¿qué es lo que te convoca para trabajar sobre el tema?

— Es una pregunta que me hago constantemente, hay varias aristas. Por un lado, que tengo como una obsesión con los cuerpos desde muy chica y con el retrato, y muchos issues con mi cuerpo también. Históricamente con la idea del cuerpo como casa, hogar, y también cómo transgredirlo. Después soy fanática del retrato y encontré en el modelo vivo como un espacio sanador o de entendimiento, con esta obsesión que me cuesta entender. Pero hay algo de las caras y de la belleza del cuerpo humano que me parece increíble y que me devuelve algo.

¿Hace mucho que empezaste a trabajar con el modelo vivo?

— Sí. Cuando era chica iba a un taller muy lindo en Temperley de un profe, Pedro Polej, con quien generé un vínculo muy fuerte, fue mi maestro. A mí me gusta mucho el cine y en un momento empecé a flashear con algo más de videoarte y de filmar cosas, registro, medio documental. Y una vez, ya más grande, dije “quiero filmar acá en este espacio”. Y ahí empecé como una búsqueda un poco más de hacerme preguntas y en un momento me ofrece hacer modelo vivo porque yo empecé a hacer retrato. Y él me consiguió una modelo. Yo no había hecho nunca, me parecía una cosa increíble.

Una experiencia muy disruptiva, que influyó mucho, por lo que decías.

— Sí. Una experiencia bastante impresionante. Y bueno, ahí hice como las primeras sesiones de modelo vivo, mano a mano y estuvo re bueno. Yo la filmaba. Después llamé a mi prima Valen, que es una persona importante para mí, que siempre de alguna manera la convoco o la retrato. Y empezó a filmar mientras yo la dibujaba y armábamos así un espacio muy íntimo y muy interesante de dibujo.

También me pasó que cuando empecé a buscar lugares y salir al mundo y hacer modelo vivo como más en espacios, me parecía como una forma muy académica con la cual yo no estoy muy de acuerdo. Eso de medir y trazar círculos, cuadrados y todo esto. Como que dije “no, para mí se dibuja así”. No, no hay una línea recta en el cuerpo que sea recta, estoy segura de eso. Y bueno, entonces me re costó también encontrar espacios donde la situación del modelo vivo y el retrato sean acordes a como yo lo sentía. También hice un taller de modelo vivo con Marcia Schvartz, que me voló la cabeza. Y después empecé a generar mis propios espacios de modelo vivo, dar clases.

Además, tiene que ver mucho con lo que me interesa hablar a mí, la mirada, cómo somos mirados. Es algo que me pregunto un montón. Cómo miramos y cómo nos miran y cómo todo ese círculo que se arma. Cuando uno hace modelo vivo hay una responsabilidad frente a una persona que esté desnuda, es una situación muy de entrega, muy íntima.

¿Considerás que es una situación muy similar a exponer tu trabajo?

— No es lo mismo, porque esto tiene un nivel de exposición que no tiene nada que ver con la intimidad del laburo de un taller. A mí me encanta mostrar todo, pero me agobia un poco y por momentos digo “esto no tiene nada que ver con lo que pasa dentro del taller”. Son cosas distintas, interesantes las dos.

Siento que la instancia de exposición sirve mucho también para tomar conciencia de lo que uno hace y la mirada del otro. Es importante meterse en el taller y trabajar y liberarse un poco de lo exterior, pero también en algún momento sacarlo para que funcione y tener un poco de conciencia sobre lo que estás haciendo en relación a la mirada del otro. Yo siento que construimos a partir de la mirada del otro, también en cómo somos mirados. Entonces ahí se me arma como algo con más sentido.

*“El corazón de lo que existe”, de Amparo Viau, en galería Grasa, Suipacha 1067 1°B, CABA. De martes a sábados de 14 a 19 hs, cerrado los feriados. Entrada gratuita. Hasta el

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