La frase “salí de ahí Maravilla”, su relación con Maradona y sus anécdotas en más de 50 años de periodismo: las memorias de Walter Nelson

0
1

Junto a Maravilla Martínez. Una frase sobre el boxeador se hizo muy popular

Una frase convertida en parte de la vida cotidiana. Es el momento donde el relator deportivo comprueba que atravesó una línea, que logró desbloquear el nivel de la popularidad y ser masivo. “Salí de ahí, Maravilla”, fue aplicada muchas veces en los últimos años, como consejo a un amigo o a un compañero de laburo. Sinónimo de advertencia para cambiar el rumbo, pronunciada por aquellos que ni siquiera conocen el origen. Surgió en medio de la histórica pelea de Sergio Maravilla Martínez contra Julio César Chávez Jr. y la pronunció Walter Nelson, en la vibrante narración del combate, sin saber que estaba llegando, definitivamente, al corazón de la gente.

“En ese año 2012 me pasaron cosas increíbles”, rememora Walter. “Transmití uno de mis mejores partidos, que fue cuando Argentina le ganó a Brasil 4-3, con un golazo de Messi al ángulo sobre la hora. Eso fue en junio y en septiembre, en Las Vegas, se dio el famoso combate de Maravilla Martínez con Chávez, donde me acompañó mi esposa. Cuando terminó, ella me vino a decir que habían explotado las redes por el relato y por la frase, que Maravilla siempre dice que yo me equivoco, pero la lógica indicaba que tenía que salir ahí, si ya venía ganando. Hasta el último round, era una pelea más, pero todo lo ocurrido allí, le dio una épica increíble. Estábamos cenando en el Caesar Palace y me llamó mi hija a los gritos, porque había una repercusión inédita. Suponía que exageraba, pero termino dándome cuenta por los mensajes que me enviaron los jugadores de fútbol, como Orión o Scocco. Hice las campañas de Laciar, Coggi y Locomotora Castro, entre otros, pero ese relato quedó para la historia”.

Con Maradona siempre tuvo muy buena relación

El encuentro con la calidez de Walter, en medio de una tarde de invierno que desmiente el almanaque con sus esplendentes 20 grados. Este hombre que ya cruzó la frontera de los 50 años de profesión, vividos al máximo, meciéndose entre sus dos grandes pasiones. El boxeo, herencia de su papá y el fútbol, que corrió por sus venas desde que tiene uso de razón. Pudo combinarlas en sus inicios en radio Rivadavia, hasta que llegó el momento de mayor exposición, esa que siempre da la televisión.

“Después de 15 años me había ido de Rivadavia y a los seis meses, en agosto del ’89, me llamó José D´Amato, porque estaban buscando periodistas para la nueva etapa de Fútbol de Primera, que había pasado de ATC a canal 9. Me ubicó en una agencia de cambios donde estaba trabajando, cosas de aquellos tiempos sin celulares. Al principio era a prueba, donde también se incorporaron Alejandro Fabbri y Elio Rossi. Ahí se armó la dupla de Macaya con Araujo, que reemplazo a Mauro Viale. Nosotros teníamos que ir a las canchas, con una cámara, y, en muchos casos, relatábamos desde la tribuna, solos, sin comentarista. Después nos íbamos a los estudios del 9 en la calle Gelly para editar el material. Fue una época artesanal, hasta que el programa pasó en el ’92 al 13 y ya se hizo todo más profesional”, rememora.

Con Tito Lecture y Santos Laciar

Poco quedaba ya de aquel programa que había arrancado tímidamente en agosto del ’85 por la pantalla de ATC. La producción de Torneos creció y estaba haciendo un producto de calidad, que daba mucho trabajo, en varios deportes: “Canal 9 tenía boxeo los sábados a la noche, pero a partir del ’93, lo comenzamos a hacer nosotros bajo el nombre Boxeo de Primera. Carlos Herbojo, que era un gran productor, iba conmigo a la cancha los domingos y notaba como la gente me hablaba siempre de las peleas de la noche anterior. Y ahí me propuso hacer los combates en la productora y empezó una historia que duró muchos años, junto a dos fenómenos como Osvaldo Príncipi y Julio Ernesto Vila”.

Un hecho fortuito, a comienzos de la década del ’70, le iba a marcar el destino. De su profesión y de su vida: “Nunca me voy a olvidar la fecha: 30 de octubre de 1971. Esa noche tenía que salir con la hermana de un amigo mío, pero ella discutió con los padres y no la dejaron. Entonces fui para el bar donde parábamos siempre, en la esquina de Santa Fe y Salguero, para ver si hacíamos algo con los muchachos. Uno de ellos llegó y propuso que lo acompañáramos a la fiesta de egresados de su novia. Cuando dijo que era en Devoto, todos respondimos que no, pero nos insistió tanto, que fuimos en el colectivo 108. Ya en plaza Italia me quería bajar (risas). Llegamos a una casa muy linda y fuimos a la terraza. Invité a bailar a una chica que me respondió que no. Le insistí y pasó lo mismo. Cuando ya se terminaba la noche le dije que no me iba sin bailar con ella. Nos pusimos a charlar y salió el tema de boxeo: ‘Mi papá lo conoce a Bonavena’, fue su frase. Le pregunté quién era el padre: ‘Osvaldo Caffarelli’. Pensé que era una broma. Para mí era un referente, si bien yo no era periodista, lo admiraba porque fue uno de los mejores relatores de box de la historia. Me dio su teléfono, la llamé, comenzamos a salir y nos pusimos de novios. Al poco tiempo, mi suegro, me dio la posibilidad de arrancar en el periodismo. Todo gracias a que insistí aquella noche en la terraza (risas)”.

En una transmisión junto a la gran dupla de boxeo que conformaban Osvaldo Caffarelli y Horacio García Blanco

Aquel joven Walter que apenas había cruzado el umbral de los 20 años, jugaba al fútbol en cuanto campeonato se le cruzara, mientras trabajaba en la empresa nacional de teléfonos, la siempre recordada ENTEL. Hasta que llegó una propuesta de Osvaldo Caffarelli: “Como él sabía que me gustaban los deportes, me preguntó si no me animaba a hacer vestuarios para una radio de Tucumán, donde el relataba fútbol todos los domingos. Por supuesto le respondí que sí y mi debut fue en el viejo gasómetro, el 19 de marzo del ’72 en un partido de San Lorenzo contra Chacarita. Poco tiempo después, me avisó que estaban tomando pruebas en radio Rivadavia, donde él conformaba una dupla imbatible con Horacio García Blanco los sábados a la noche con el boxeo. Me presenté, pero sin decir una palabra de mi relación con Osvaldo. La prueba me la tomó Dante Zavatarelli y quedé, comenzando un largo recorrido de 15 años en esa emisora. Además de estar en deportes, arranqué en ‘El club de barbas’, de 5 a 7 de la madrugada, programa emblemático que conducía Rubén Aldao, donde me divertí muchísimo”.

Junto a uno de sus maestros en las profesión: Héctor Larrea

Es difícil hacer un paralelismo y poner en contexto ahora, lo que era radio Rivadavia en la década del ’70. Aquellos tiempos de cuatro canales, donde ni se podía soñar con la televisión por cable y mucho menos con celulares o computadoras. Era un verdadero parlante, que se escuchaba en las casas y en la calle, de cualquier punto del país. Allí comenzó Walter, hasta que le llegó el momento de jugar definitivamente en primera: “Un día vino José María Muñoz para preguntarme si quería trabajar en ‘Rapidísimo’ con Héctor Larrea. Fue una hermosa experiencia y estuve con él a lo largo de 18 años. Cuando gané el Martín Fierro en 2017, tuve la suerte que él estuviera allí, porque le hacían un homenaje. Fue al primero que se lo dediqué, uno de mis grandes maestros. En diciembre de 1988 me fui de Rivadavia por una pelea que tuve con el Gordo Muñoz, una discusión muy fuerte. Héctor se enteró y me dijo: ‘Si algún día me voy de esta radio, te voy a llamar para que volvamos a trabajar juntos’. Y así lo hizo, cinco años más tarde, cuando pasó con Rapidísimo a El Mundo. Ahí logré hacer una de las mejores notas de mi carrera. Maradona y Larrea nacieron el 30 de octubre. Intenté comunicarme en los días previos con Diego, con quien siempre tuve muy buena relación, pero nunca lo encontraba. Esa mañana, me llamó él a la radio, para explicarme que no estaba dando notas porque era el momento del apogeo del caso Cóppola. Le dije cual era el objetivo y se puso a disposición enseguida. Se dio una charla hermosa, hasta que Héctor lo consultó sobre con quien lo iba a pasar y allí se descargó con todo, diciendo que su amigo estaba preso, acusando a Duhalde y a medio mundo. Nos pedían la nota de todos los medios”.

Junto a Diego, en su época de DT de Gimnasia y Esgrima

El vínculo con Maradona comenzó casi desde el mismo momento del histórico debut en primera en 1976. Y tuvo un punto alto cuando se dio el pase a Boca en 1981: “Ese año me pidió si podía hacerlo entrar al padre los sábados a la noche al Luna Park, porque era fanático del boxeo. Por supuesto le dije que sí y me encargué de hacer las gestiones con Tito Lectoure, que era muy jodido con el tema de dar entradas, pero me respondió que no había ningún problema. Una noche, Don Diego estaba esperándome con el utilero de Boca, que traía un paquete envuelto en papel de diario. El regalo era la camiseta de Diego, la histórica del ’81 con las estrellitas. También me mandó una del Nápoli, que la tuve que ir a buscar al departamento que Cóppola compartía con Yuyito González”.

Además de destacarse en la emblemática Oral Deportiva y con Héctor Larrea, en Walter anidaba el deseo de ser relator, un hecho que veía lejano en Rivadavia, pero que apareció de un modo inesperado, cuando se lo ofrecieron de una radio de Chacabuco: “Mi suegro me iba dando la posibilidad de ir narrando algunos rounds de las peleas de semifondo en el Luna Park. Allí conocí a Longo, que era de esa ciudad, para ir a trabajar allá. Era un esfuerzo, porque terminaba el sábado con el boxeo a las 12:30 de la noche y al rato ya tenía que tomar el micro hacia allá, para hacer 220 kilómetros. Son los pagos de Daniel Passarella, con quien tuve una gran relación en esos tiempos, al punto que muchas veces, cuando estaba ahí, me traía de vuelta en su auto. Luego todo cambió, cuando era técnico de la Selección, por una opinión que di sobre si Caniggia tenía que estar en el plantel, en la víspera del Mundial ’98 y no le gustó”.

Junto a Uby Sacco y su esposa, cuando el boxeador conquistó el título mundial en 1985

Con una buena repercusión por sus relatos en Chacabuco, empezó a seguir a Sarmiento de Junín, que tuvo una inolvidable campaña en 1980, logrando el ascenso a Primera, donde logró mantenerse al año siguiente, con un equipo muy recordado. Eso le dio la posibilidad a Walter de destacarse con los apodos de los futbolistas: “El primero fue 1981, cuando Gareca va préstamo de Boca a Sarmiento y le puse Tigre, porque tenía ese pelo rubio largo y una enorme potencia. Luego llegarían Frasquito a Maxi Morales, porque todos le decían enano y no me gustaba, lo sentía como una discriminación. Patrulla Jiménez, al volante de Banfield, al punto que su esposa me dijo que cuando llamaban a la casa, pedían por él así y no por Jorge, su nombre de pila (risas). Fueron los tiempos iniciales de una dupla muy recordada con Alejandro Fabbri, donde nos dimos el gusto de transmitir desde Qatar el primer título de Pekerman como entrenador de la selección juvenil en 1995. También cuando fui protagonista en uno de los relatos más famosos de Marcelo Araujo. Fue en Platense versus Boca en diciembre del ’92. Yo hacía campo de juego y me venía diciendo que estuviese atento, porque un día se iba a ir de la transmisión, como parte de sus innovaciones. Y fue allí, con el golazo de Medero, después de dejar a medio equipo rival en el camino. ‘Si lo hacés me voy’, dijo al aire y cumplió. Terminé relatando los minutos finales desde el borde de la cancha”.

Junto a su admirado Ricardo Bochini

El amor al boxeo le había llegado desde pibe y de a poco se fue metiendo en ese mundo tan particular, en tiempos donde argentina atravesaba una era dorada: “Hay toda una generación a la que admiré, pero no relaté porque eran mis comienzos, como Nicolino Locche, Ringo Bonevena y Carlos Monzón, entre otros. A los que le siguieron a ellos, los viví más de cerca y estuve en gran parte de sus carreras, como los casos de Santos Laciar y Látigo Coggi. Pero de todos, el que realmente me deslumbró fue Uby Sacco. Era un talento único, con una personalidad especial, que terminó perjudicándolo. Cuando se consagró campeón del mundo en Campione d´ Italia, fui a cubrirla para radio Rivadavia. Una mañana nos levantamos todos los enviados especiales muy temprano y lo acompañamos, junto a Tito Lectoure, para realizar su rutina de entrenamiento. Corrimos a la par de él. En un momento estábamos haciendo gimnasia y lo vimos sentado. Cuando le pregunté el por qué, me respondió que así ya estaba bien para él. Al día siguiente, consiguió la corona mundial Welter Junior”.

Con Roberto

“El relator debe tener velocidad, espontaneidad y repentización”. Una excelente definición sobre su oficio, que lo apasiona y lo mantiene vigente. “Soy un agradecido a la tecnología. Siempre le digo a mi esposa: ‘si no existieran los teléfonos celulares, no estaría relatando’. En 2022 me contrataron para ser la voz oficial de la liga de los streamers. Ese mismo año, hice un evento inmenso en el Luna Park, lleno de pibes. Una locura”.

Pasó más de medio siglo, desde aquel debut, después de la noche que le cambió la vida, al conocer a su esposa, con quien comparte su vida. Sigue con las mismas ganas de aquel pibe que entrenaba en el gimnasio junto a otros boxeadores y que se prendía en cualquier picado de fútbol. Las dos pasiones de la vida de Walter, que siempre se fueron entrelazando, para dejarlo en el sitial de los consagrados. Donde aún permanece y desde donde nos permitimos aconsejarlo: “No salgas de ahí, Walter”.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí