Bautista Tadini tiene 16 años y, a los dos, le diagnosticaron un Trastorno Generalizado del Desarrollo, sustituido con los años por el término Trastorno del Espectro Autista (TEA). El neurólogo les recomendó a sus padres que el niño practicara algún deporte colectivo, ya que eso le ayudaría en su estimulación e interacción social. Al principio lo intentó con el fútbol, pero pronto descubrió en el club la raqueta y el frontón. Y allí se quedó.
El domingo 11 de mayo de 2025 se consagró campeón del Abierto Regional Sub 16 en su ciudad natal, San Juan. El título significó una alegría inmensa para Bautista y su entorno. Lo que nadie podía imaginar era que al día siguiente sufriría un accidente cerebrovascular (ACV), que le dejaría paralizada la parte izquierda del cuerpo. Lo que todos sabían a su alrededor era que -obstinado y aguerrido como lo identifican- una parálisis no lo detendría en el camino de sus sueños: estuvo internado una semana, recibió el alta médica e inició un proceso de recuperación a la altura de su fortaleza.
Todavía movilizado por la avalancha de emociones que vivió en los últimos días, su papá Sergio reproduce la dramática escena en diálogo con Infobae: “Es increíble lo que le pasó a Bautista, sin ningún aviso previo. Tuvo un día normal: fue al colegio, estuvo en casa, mirando tele desde el sillón, tenis sobre todo. Pasadas las 20.30, le pregunté qué quería cenar, fui a comprar y tardé diez minutos. Al regresar, encontré a mi mujer, Vanesa, desesperada, con Bautista tirado en el piso. Pensamos que se había desmayado; no sabíamos qué le pasaba. Le tocábamos la carita, le dábamos aire y no reaccionaba”.
El relato continúa con llamado al 911, una ambulancia que llega, la sospecha inmediata del ACV, el traslado fugaz al Hospital Rawson, seguido de un gran despliegue y trabajo preciso por parte del equipo médico. Los estudios posteriores arrojaron resultados alentadores, aunque los especialistas, mientras analizan su evolución, todavía intentan averiguar el porqué.
La vida de Bautista gira alrededor del tenis, con la raqueta, la pelotita y el televisor como satélites. Juega, sigue de cerca los partidos del circuito y es fan del serbio Novak Djokovic y del argentino Francisco Cerúndolo, quien la última semana, desde el ATP 500 de Hamburgo, le envió un video de aliento.
En un momento de la conversación con Infobae, Sergio pone a su hijo al teléfono y Bautista amplía con determinación: “Mi Grand Slam favorito es el Australian Open; me encantan las canchas rápidas y me gustaría ser tenista profesional para jugar algún día ahí. En algún momento voy a volver a mover mi mano izquierda”.
Cuando Bautista se paró por primera vez contra el frontón a sus seis años, sus padres pensaron que no iba a lograr coordinar los golpes ni dominar la velocidad de la pelota. “Pero la verdad es que le pegaba -cuenta Sergio-, y entonces un amigo me sugirió que lo llevara a una escuela de tenis. Pero yo no vengo del palo del tenis, y encima el médico nos había hablado de que hiciera un deporte colectivo y nosotros nos imaginábamos que el tenis era demasiado solitario. La realidad nos demostró otra cosa y, a día de hoy, sigue jugando, haciéndose fuerte desde sus golpes planos y su altura (mide 1,90)”.
La contención familiar, el apoyo del cuerpo de psicólogos, psicopedagogos, terapeutas ocupacionales y acompañantes en el colegio; y, fundamentalmente, su amor por el tenis, resultaron clave en la evolución de Bautista desde aquel temprano diagnóstico hasta estos días. Pasó de evitar el contacto visual a convertirse en un niño sociable y querido por sus compañeros. “Así fue la vida de Bauti, siempre luchando”, sintetiza su padre, con tono pausado y una voz que se quiebra con frecuencia.
Bautista juega en el Club Banco Hispano de San Juan, donde se entrena entre tres y cinco veces por semana mientras asiste al colegio Fasta. Desde pequeño comenzó a competir en categorías menores, entre ellas las más destacadas entre las que organizan la Asociación Argentina de Tenis y la COSAT (Confederación Sudamericana de Tenis). Siempre lo hizo acompañado de su padre, pero el año pasado viajó solo a los Juegos Evita, como parte de la delegación sanjuanina.
La última semana se disputó el segundo Nacional de Menores de la temporada, organizado por la AAT en el Club Hebraica de Pilar. Tomás Platero, sanjuanino como él, habla de su amigo: “Bauti es un chico que tiene una condición distinta, pero el tenis lo ayudó mucho a interactuar y relacionarse con el resto de los chicos; gracias al tenis fue evolucionando. Disfruta mucho de jugar y, fuera de la cancha, es muy amoroso y cariñoso. Tiene muchos amigos y todos lo queremos mucho. Le escribí un mensaje para mandarle ánimo, y me contestó diciéndome que pronto va a recuperar todo su movimiento y que vamos a volver a jugar juntos”.
También desde Pilar, Demián Agustín Luna, el número uno de su categoría (Sub 16) y flamante campeón del Nacional, aporta: “A Bauti lo conocí en 2019, cuando teníamos diez años, en un Nacional de Mendoza. Somos muy amigos, lo quiero un montón. Dentro de la cancha es un guerrero, me gusta mucho cómo juega. Afuera de la cancha es un divino, siempre está con una sonrisa y es un gran amigo. Cuando me enteré de que Bauti tuvo el ACV, me pegó muy mal pero, por suerte, a los pocos días pude hablar con su papá y mandarle un audio brindándole toda mi fuerza”.
Papá Sergio se ilusiona con el futuro inmediato de su hijo: “Acá en casa es impresionante cómo ha evolucionado en su manera de ser y su carácter. Diría que hoy está casi como antes del ACV. Ahora queda la etapa de la rehabilitación, que es un desafío importante. Su brazo izquierdo está totalmente inmovilizado, pero su pierna izquierda ha comenzado a moverse un poco más”.
En el horizonte más próximo de la familia Tadini aparece la ilusión de que Bauti vuelva a jugar al tenis, porque allí radica no sólo su verdadera pasión, sino también el arma más poderosa que encontró para allanarse el camino en la vida.