Cinco goles para recuperarse: Independiente aplastó a Boston River y tomó aire en la Copa Sudamericana

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Independiente encarriló su participación en la Copa Sudamericana con una goleada inesperada. Fue 5 a 1 ante Boston River después de arrancar perdiendo, y pudieron ser más, porque desperdició no menos de media docena de ocasiones claras, a favor de la permeabilidad defensiva del local y la noche inspirada de los delanteros visitantes.

En la primera acción de la segunda mitad, el Rojo vestido de blanco sacó la pelota jugada desde el fondo, llevándola de un pie a otro y de una banda a la opuesta, con algún taco lujoso en el medio, hasta que Lautaro Millán lanzó el centro bajo desde la derecha, Matías Giménez Rojas insistió con el taco para la asistencia y Diego Tarzia definió cruzado. Un golazo a partir de una jugada que hacía muchos partidos que el Rojo era incapaz de elaborar para establecer el 3 a 1 y creer que la mala racha fue solo y nada más que eso.

Matías Giménez grita lo que era el empate parcial, acompañado por Loyola y Luciano Cabral. (AP Photo/Matilde Campodonico)

Independiente había llegado a la etapa de las definiciones en el semestre con la nafta demasiado justita. Por la exigencia del calendario y su traducción en lesiones y molestias, también por la caída en el rendimiento de algunos jugadores claves, pero sobre todo por la notable diferencia evidenciada entre titulares y la mayoría de los suplentes en las últimas semanas.

El tobogán quedó reflejado en una seguidilla de resultados adversos, la pérdida de la punta en el torneo local, las complicaciones para superar la primera ronda en la Copa Sudamericana, y en la preocupación generalizada ante el deterioro de la seguridad defensiva que había mostrado desde principios de año y la escasez de eficacia en el arco de enfrente.

En este punto concreto, la mirada estaba puesta en la nula participación de los delanteros en las redes rivales (con la excepción del desgarrado Gabriel Ávalos), y en especial en los sucesivos errores de Giménez Rojas, tanto en el armado de las jugadas como en el remate. Y como al resto del equipo, el choque ante el flojísimo Boston River le sirvió al sanjuanino para sacudirse la mufa, regresar al gol por partida doble (no convertía desde marzo de 2024, aunque estuvo muchos meses sin jugar por una rotura de ligamentos) y ser la figura de la noche.

No fue el único. El resto de los tantos se los apuntaron los otros integrantes del ataque: Millán, Tarzia y Santiago Hidalgo.

En una situación como la que enfrentaba Independiente, y más allá del apoyo incondicional del hincha -en el Centenario sólo se escucharon los gritos y cánticos de la gente de Independiente, incluso a pesar de que muchos se quedaron sin poder ingresar debido a problemas logísticos en la compra de entradas-, nada suele ser peor que recibir un gol en frío, que fue justo lo que le ocurrió al equipo de Julio Vaccari.

Diego Tarzia festeja su tanto, el tercero de Independiente en la noche uruguaya. (AP Photo/Matilde Campodonico)

Se estaba desperezando el encuentro cuando a partir de un centro desde la derecha a los 6 minutos, la defensa del Rojo volvió a enseñar sus falencias. Se sucedieron varios rechazos cortos, la pelota le cayó a Agustín Anello, que entró sin marca por la izquierda del área y con un zurdazo cruzado puso el 1 a 0.

Las circunstancias invitaban a imaginar una jornada difícil, pero Bruno Antúnez, el arquero local, se encargó de darle una mano al Rojo. Falló en el control con el pie en la pretensión de salir jugando por abajo desde su área, permitió el anticipo de Luciano Cabral y el balón derivó hacia Giménez Rojas, que con un puntazo empató a los 14.

Sebastian Valdez logra salir pese a la marca de Rodrigo Amado. (AP Photo/Matilde Campodonico)

La rápida igualdad calmó los nervios y acentuó un dominio que Independiente ya había comenzado a ejercer, más por presencia y empuje que por buen fútbol. Apenas un ratito después, a los 20, un centro de Tarzia desde la izquierda encontró la llegada y el remate de Millán por el sector opuesto para pasar a ganar, y desde ese momento el partido solo tuvo el color que quiso ponerle el conjunto de Avellaneda.

La cuenta acabó en cinco. Sin una gran producción que la respalde y frente a un adversario de una fragilidad poco común en una competición internacional, pero que a Independiente, y a sus delanteros, les cayó como anillo al dedo para quitarse las preocupaciones y recuperar las buenas sensaciones, cuando todo comienza a definirse.

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