Las manos de Hamlet toman las calles de Kharkiv: cómo es hacer arte en las ruinas de la guerra

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Gamlet Zinkivskyi nació, creció, estudió y vive en Kharkiv, la segunda ciudad ucraniana luego de Kyiv, la capital.

Desde Kharkiv, Ucrania.

Las sirenas taladran el cerebro. A toda hora en el celular arde el mapa de Ucrania en la app, con algunos matices según la región, aunque hay excepciones. Ubicada a poco más de 40 kilómetros de la frontera rusa, Kharkiv, la segunda ciudad luego de Kyiv, no conoce los matices: se visualiza en rojo sangre desde el comienzo de la guerra a gran escala, en febrero de 2022. En ciertos barrios las sirenas atronadoras se acompañan con voces que indican que hay que sumergirse en el refugio más cercano pero la gente parece no escuchar. Siguen caminando, tomando el bus o charlando en un bar.

Aunque para el forastero el constante ruido infernal de alarma enciende el pánico, hace tres años y medio que los ucranianos naturalizaron esa forma de contaminación sonora.

Una de las imágenes de Gamlet que pueden verse en las paredes de Kharkiv.

“Si tenemos que refugiarnos cada vez que suena la alarma, dejamos de vivir”, dice -resignada- Nataliia, durante una cena improvisada con pizzas en el jardín descascarado del Museo Literario de Kharkiv, después de una tarde de lectura de poemas en una librería preciosa, que por momentos hacía olvidar su ubicación en el centro de la furia guerrera.

Arquitecta y diseñadora, mamá de dos chicos y de regreso hace un tiempo luego de haberse ido al comienzo de la invasión rusa a Dinamarca, Nataliia habla por ella pero eso que dice reaparece con ligeras variantes cada vez que se les pregunta a los locales por qué no corren al refugio ante el peligro. Acaso la frase de la arquitecta y esa idea (“si voy cada vez al refugio, no vivo”) sea el mejor argumento de quienes procuran mantener la cordura bajo el asedio aéreo. Un modo de evitar, tal vez, que la guerra les quite lo que aún les queda de esa forma de ser y estar en el mundo que llamamos vida. ¿Alguien puede culparlos por eso?

Ser o no ser

Gamlet Zinkivskyi (1986) nació, creció, estudió y vive en Kharkiv, que además de ser el nombre de una ciudad es también el de una región en la que hasta el 2022 el ruso era la lengua dominante. Gamlet (Hamlet, en ruso) es un artista urbano que cobró fama dentro y fuera de Ucrania porque cada día deja su huella en muros, en tapias, en puertas, en las maderas que cubren ventanas huérfanas de vidrios, en autos inutilizados, en el asfalto, es decir, en espacios que encuentra en la calle y funcionan como lienzos para su experimentación. Allí ilustra con un estilo muy personal en blanco y negro y escribe frases de registro poético y filosófico. “Las calles son mi enorme galería. La mejor galería posible”, dijo en una entrevista con The New York Times el artista que muchos comparan con Banksy (quien, recordemos, también dejó su huella en las calles ucranianas).

Cualquier caminata por la fascinante Kharkiv -ciudad del arte, cuna de diseñadores y arquitectos, ahora derruida por drones y misiles insensibles a su magnetismo- ofrece tesoros y la sorpresa de encontrarse con obras de mayor o menor tamaño e impacto en las que Gamlet (Hamlet) regala belleza y concepto. No es solo su ciudad es para él escenario, también hay rastros de su arte en docenas de obras en otras localidades asediadas como Mariupol, Ternopil, Izium (con el 80% de las construcciones devastadas), Odessa, Berdyansk y Dnipro. Lo de Gamlet es arte en las ruinas de la guerra y también una forma de preservar la memoria.

Hijo de una madre periodista y de un padre arquitecto y joyero, Zinkivskyi se movió en el mundo cultural desde muy joven. El nombre con el que se lo conoce no es el nombre con el que nació, sino el que le pusieron los compañeros en la universidad donde estudió y de la que se retiró sin graduarse. El artista solía recitar los soliloquios del príncipe danés de Shakespeare. El dilema existencial del “Ser o no ser” ya era entonces una cuestión relevante para el joven talento.

En cuanto Rusia invadió Ucrania abiertamente e inició la guerra a gran escala (esta aclaración es siempre necesaria; en rigor, Ucrania enfrenta la guerra contra los rusos desde 2014), Gamblet se sumó a la brigada Khartia, una formación de combate fundada en 2022 por voluntarios para luchar contra la ocupación en la región de Kharkiv y reconvertida en 2023 como unidad militar de la Guardia Nacional.

Vsevolod Kozhemiako, quien era su jefe en la brigada, advirtió pronto que Gamlet podía ser mucho más útil y estimulante con su arte que con su aporte militar y, desde entonces, aunque sigue preparado para combatir, lleva día a día sus obras a la calle y también vende trabajos en galerías de diversos países del mundo, mientras recolecta fondos para acciones solidarias o para apoyar la estructura militar del país.

Las sillas son elementos frecuentes en la obra de Gamlet Zinkivskyi.

Una de esas obras que donó para juntar dinero es una silla negra en la que pintó en blanco miniaturas de sillas de diferentes formatos, como diferentes personas o diferentes almas. Atrás escribió: “Siempre hay un lugar para tí”. La instalación está inspirada en su propio dibujo de una silla en la pared de un edificio en Kharkiv y salió a remate hace unos meses.

“Vendo cada cuadro por entre 3000 y 5000 dólares. Me quedo solo con el 10 % y el resto lo uso para comprar drones, coches, sistemas de interferencias de radio. Claro, con ese dinero que vengo juntando podría haber comprado cinco o seis apartamentos. Pero ¿de qué sirve? Un cohete y te quedas sin casa. La guerra simplifica la vida, cambia la relación con el tiempo. Conozco a demasiadas personas, civiles y soldados, que han muerto como para verme proyectado en ello. No pienso más allá del final de cada día, e incluso entonces, ¿cómo sé si seguiré vivo? Es aquí y ahora”, dijo Gamlet durante una charla con el diario francés Libération.

Un artista en acción

“Durante los últimos tres años Hamlet Zinkivskyi ha continuado explorando temas como la memoria, el tiempo y la vida cotidiana, manteniendo su distintivo estilo gráfico en blanco y negro”, explica Iryna Polikarchuk, directora y curadora del programa público de la galería Artsvit en Dnipro, Ucrania. Experta en arte contemporáneo, Iryna cuenta que “sus murales, dibujos y objetos han adquirido cada vez más una dimensión sociopolítica, especialmente en el contexto de la guerra a gran escala”.

Según la especialista, el foco de su arte radica “en las experiencias de pérdida, la vida en la evacuación y las formas de documentar una realidad transformada, trabajando a menudo con archivos, fotografías documentales y textos”. Sus proyectos recientes, cuenta además Iryna, “suelen tomar la forma de diarios o cartas, lo que permite fusionar lo personal con lo universal”.

Ese formato de diario pudo verse en una muestra en el Yermilov Center de Kharkiv hace un año y medio. Allí Gamlet exhibió 365 de sus trabajos en formato pequeño. Se propuso narrar la cotidianeidad, el modo en que vivía los hechos o simplemente los pensamientos que lo acechan en lo que es la vida en un país en guerra. Los textos que acompañan las imágenes a veces coinciden con lo que se ve, a veces no. Y no importa.

La obra de Gamlet apunta también al impacto visual.

En conjunto, su trabajo es una explosión de sentido porque genera identificación y emociones en personas que transitan su misma experiencia de impotencia dolorosa. Todo es, en definitiva, una experiencia colectiva.

Las frases que acompañan las obras de Gamlet -creaciones efímeras o no tanto- siempre están escritas en ucraniano y eso que podría ser pasado por alto para alguien que desconozca el combate cultural que subyace en la guerra en Ucrania, es en sí mismo una declaración de principios. Tal vez la explicación última se halle en uno de sus trabajos, en el que advierte: “Mata a la cultura rusa en tí o te matará”.

El artista ucraniano Gamlet Zinkivskyi, mientras trabajaba en su obra en la Alcaldía de Kharkiv, en 2022. (REUTERS/Ricardo Moraes)

En otra, dibujó restos de armas letales sobre una pared y la ironía amarga se destaca en la inscripción: “`Semillas`” rusas en suelo ucraniano». En el frente de la alcaldía de Kharkiv, un blanco predilecto de los bombardeos rusos, Gamlet dibujó un bidón de gasolina y varias botellas de distintos tamaño que no son cócteles para beber sino bombas molotovs. “Hospitalidad infernal”, le dedicó al enemigo.

En otro muro, una lluvia de llaves recuerda -por si alguien lo hubiera olvidado- que hay personas que nunca más volvieron a entrar a sus casas ya sea porque murieron bajo las bombas o porque debieron desplazarse o exiliarse. Allí escribió, a la manera de un poeta: “Las llaves pierden a sus puertas”.

En la Ucrania de hoy, una cama no es garantía de buen sueño.

Además de ser el creador de una obra de dimensión estética, Zinkivskyi se propone además un trabajo con la información y con el género documental. Y es que tanto sus imágenes como sus textos no solo son consuelo para sus conciudadanos sino también una forma de combate contra la narrativa enemiga.

Una campaña no convencional para la donación de sangre, en tiempos de guerra.

Su arte urbano acompaña así también el proceso de recuperación cultural y la eliminación de nombres y monumentos rusos en un rediseño profundo del paisaje urbano que va más allá de la recuperación de edificios que están haciendo arquitectos expertos en restauración, también una forma fabulosa del arte. A diferencia de lo que seguramente imaginaba encontrar el Kremlin en esas ciudades colmadas de rusohablantes, la violencia alejó a los ucranianos y se convirtió en la razón principal abandonar la lengua madre y adoptar el ucraniano.

Conocido en todo el mundo, el belga Jan Beddegenoodts, cineasta especializado en vidas y episodios de ira y resistencia, le dedicó a Gamlet un documental que lleva su nombre. Allí se le escucha narrar una especie de autobiografía en voz alta. Es el autorretrato intenso de un hombre que vive en una ciudad bajo amenaza. En el trailer, se resume así:

“Mi nombre es Gamlet y soy artista. Pero lo más importante es que soy una persona que conoce a otra persona, que conoce a otra persona y que a su vez conoce a otra persona: así es cómo funciona. A veces me pregunto quién soy. Algunos días me subo a la camioneta de Natya y no tengo idea de qué va a pasar después. Si vamos a ir a ayudar a algunos chicos con comida y remedios o si me voy a ir a Izium a pintar.”

Cabeza calva, anillos en todos los dedos y un cigarrillo en los labios: ese es Gamlet.

Sigue así: “Todos los días arranco algo de tiempo para hacer un pequeño dibujo con texto en la cocina acerca de lo que vivimos. O me voy al campo de tiro pero siempre pasa que no sé dónde estaré a la noche: mi deseo siempre es estar en mi casa, dibujando, pero posiblemente voy a estar en un tren yendo a algún lugar. Tal vez algunos combatientes me vengan a buscar y nos vayamos juntos a algún lugar de la región.”

El final de su relato es tan previsible como desolador: “Cada día es como el último”.

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