De su poco conocido comienzo como actor a la inolvidable conducción de un programa emblemático: las memorias de Pancho Ibáñez

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Hay personas que tienen un don. Y por ello son privilegiadas. Hay otras que poseen más de uno. Son aquellas que han sido bendecidas por esa condición. A ese selecto grupo pertenece Pancho Ibáñez. El hombre de la voz inconfundible, del delicado uso del castellano, quien habla varios idiomas y, por sobre todas las cosas, es una gran persona. De esas con quienes da gusto sentarse a charlar. A escuchar sobre una vida apasionante. Símbolo inequívoco de un programa innovador, que nos hizo conocer las más lejanas e increíbles disciplinas: El Deporte & el Hombre.

El encuentro con Pancho. Esos lujos que, a veces, nos permite la profesión. La calidez de una conversación, en el bar de una esquina porteña para conocer más acerca de ese hombre, que siempre impecablemente vestido y con una dicción admirable, nos acercaba hasta el living de casa, las hazañas de los deportistas desde los más distantes puntos del planeta. Gracias a él supimos de los saltos en largo y alto, equitación, maratón, ala delta y hockey sobre hielo, entre otros.

“A comienzos de la década del ’80 me llamaron de canal 11 para ser parte de un programa extenso de los domingos, vinculado al deporte, titulado ‘Mach Once’. En principio para hablar sobre Fórmula 1, porque en mi estadía laboral en Holanda, y luego aquí, estuve muy vinculado a esa categoría. Al poco tiempo ocurrió una crisis con el plantel periodístico y lentamente se fueron yendo todos, hasta que me quedé solo (risas). Me propusieron seguir adelante, pero eran muchas horas y tenía que ponerme a estudiar sobre otros deportes. Entonces les planteé a los productores, que mi intención era poder hacer un programa donde se mostrara lo mejor del deporte mundial y no solo los resultados. Así nació ‘Estadio Visión’ que fue el origen de lo que luego se convirtió en ‘El Deporte & el Hombre’”, recuerda Pancho.

La semilla ya estaba sembrada. Había que esperar que germinase, en el siempre árido terreno de la televisión estatal de aquellos complejos años. Nada era sencillo, sobre todo si de deportes fuera de los convencionales se hablaba. Sin embargo, la puerta se abrió: “‘El Deporte & el Hombre’ comenzó en el ’83. Yo estaba en canal 11 y les propuse la idea, pero no se decidían. Entonces fui al 13, donde inmediatamente me dijeron que sí. Allí hicimos la primera temporada y luego pasamos a ATC, a partir de 1984. Me di cuenta de que eran deportes atrapantes desde el plano visual, no solo para el especialista. Un caso era la gimnasia artística, que siempre fue muy interesante por el despliegue y la plasticidad. Viajé a distintos países para comprar material para el programa, porque aquí había muy poco. Era el encargado de seleccionarlo. Era una tarea compleja hace 40 años poder conseguir la información sin internet. Me nutría de libros, enciclopedias y diversas publicaciones”.

Pancho Ibáñez condujo varios programas emblemáticos de la televisión argentina

Además de la innovación y la manera de conducir de Pancho, había un elemento más que se sumaba para hacerlo imbatible y, también, tan recordado 40 años más tarde. La canción “Boda en Londres” de Mecano: “Vos ponés esa música y te remite al programa. Estaba buscando una cortina y me puse a escuchar, sabiendo que quería que fuese un tema instrumental, con un ritmo lógico y que se adaptase a las imágenes. Me bastó una vez para darme cuenta que era el correcto, porque los videos de cualquier deporte, le calzaban a la perfección. Era algo mágico y con un agregado: es el único tema instrumental en la historia del grupo Mecano”.

Fueron diez años de mostrar disciplinas poco o nunca vistas en la televisión argentina. Donde nos fuimos familiarizando con nombres y apellidos que de otro modo hubiese sido imposible. Muchos de los atletas que Pancho analizó en su programa, se convirtieron en figuras de Seúl ’88, los primeros Juegos Olímpicos completos luego de 12 años, tras los sendos boicots de Estados Unidos a Moscú ’80 y de Unión Soviética a Los Ángeles ’84. Sin embargo, tras esa década, fue el momento del adiós, como él lo explica: “Muchas veces me han preguntado el motivo del levantamiento del programa. Y es que no hubo tal cosa, sino que yo decidí el final. Había sido una década y consideré que era el momento de darle un cierre al ciclo. No quería ser un anciano haciendo ‘El Deporte & el Hombre’ (risas). Además, el deporte no es lo único que me interesa, también están la música, el arte, la geografía, la política internacional, etcétera”.

La vida de Pancho fue muy particular desde chico. Con un padre diplomático, vivió en varios lugares, donde fue incorporando el legado de las diversas culturas con las que compartió aquellos momentos. Parecía que el camino estaba marcado para seguir el sendero paterno, pero las cartas se jugaron de otra manera: “Hay cosas para las que se nacen y otras en las que uno se forma. Yo hice la carrera de derecho en Santiago de Compostela, me recibí, pero no nací abogado. En cambio, siento que, si lo hice para ser actor, porque lo ejercitaba en la casa de mis abuelos, por ejemplo, en cada fin de año. Allí se hacía el teatro de la familia y todos actuábamos. Por eso siempre digo que antes del periodismo estuvo el teatro. Me di el gusto de trabajar aquí en Buenos Aires, no solo en teatro sino también en una película llamada ‘Las locas del conventillo’. Fue una linda experiencia. Mi viejo fue designado cónsul en la ciudad de Vigo y tenía la ilusión de que yo fuese diplomático. Al terminar mis estudios, le dije que me parecía una carrera muy interesante, pero que no la iba a seguir, porque siendo diplomático argentino seguramente iba a sufrir mucho. Iba a tener problemas con cada gobierno de turno. Él lo tomó muy bien, abriéndome las puertas para hacer lo que quisiese”.

Mach Once, un programa que estuvo pensado en principio más enfocado en la Fórmula 1

Entonces, la ucronía. ¿Qué hubiera pasado si Pancho Ibáñez se dedicaba al derecho o la actuación? Ya estaba lejos de lo primero, pero intentando lo segundo. El futuro se escribiría sin ninguna de las dos: “En julio del ’68, luego de la temprana muerte de mi padre, a los 48 años en Budapest, me fui a Madrid y busqué trabajo en alguna radio, ya que tenía facilidad para hablar con el acento español y pensaba que, de esa manera, sería más fácil. Lo conseguí e incluso tuve algunas incursiones como actor en televisión. Hasta que un día fui a comer con un gran locutor español, a quien sucedí en esa emisora y me dijo: “¿Te quieres ir a Holanda?”. Quedé sorprendido, porque no sabía si era un trabajo o unas vacaciones (risas). Entonces me dio una tarjeta con el nombre de una persona y su dirección, para que lo fuera a ver por si me interesaba. La guardé en un bolsillo. Un tiempo después, concurrí a un casting para una película que se iba a filmar en Marruecos. Una de las condiciones era que supieran bucear, algo que yo tenía muy claro, porque lo había desarrollado al cursar en el Liceo Naval. Dejé mis datos y salí a la vereda. Cuando miré la dirección al situarme en la esquina, vi que era la calle Miguel Ángel, que me sonaba por algún motivo. Era la que estaba en la tarjeta, que aún conservaba conmigo. Estaba solo a unos pasos. Me recibió José María Olona, que había trabajado en radio Nederland, desde donde le habían encargado conseguir un locutor para el servicio audiovisual en castellano. Me contrató enseguida, al punto que me preguntó cuando me podía ir a Holanda. Contesté que no podía ser antes de 15 días (risas). Salí de allí, tomé un tren a Santiago de Compostela y la llamé a Sofía, que era mi novia, actual esposa, madre de nuestros tres hijos y abuela de los seis nietos. Caí de sorpresa, le conté la situación y le propuse casamiento. Aclarando que nos teníamos que ir a vivir a Holanda. Allí nacieron Ximena y Yago, nuestros hijos mayores y nos quedamos hasta fines del ‘74”.

Pese a los pedidos de sus jefes y compañeros, después de seis años, Pancho tenía tomada la decisión de ponerle fin a ese trabajo, con la sensación que era un ciclo que se había cumplido: “Había sido una experiencia interesante y suficiente. Decidí no renovar el contrato, porque quería tener nuevos desafíos. El director de radio Nederland me propuso ser el representante del medio en Sudamérica. Cuando le pregunté en que ciudad tendría que vivir, me respondió Buenos Aires. Allí si no lo dudé y al poco tiempo nos vinimos con la familia. Mi esposa no conocía Argentina y yo llevaba casi 10 años sin regresar a mi patria. Me instalé en una oficina del centro, en un momento horrible del país, pero con la alegría de volver a ver a mis familiares y amigos”.

Desde la capital argentina, enviaba informes al resto de los países del continente. El deporte siempre había estado en su vida, pero en ese momento, tenía una gran vinculación con el automovilismo. Más precisamente con la máxima categoría que atravesaba un momento excepcional: “La Fórmula 1 tiene una raíz muy profunda en mi vida. En 1951, cuando yo tenía 6 años, mi padre era cónsul en Barcelona. Fuimos a ver la carrera y quedé fascinado. Además, corrieron dos argentinos, nada menos que José Froilán González, que quedó segundo con la Ferrari y Juan Manuel Fangio, con Alfa Romeo, quien fue el vencedor y se consagró esa tarde campeón mundial por primera vez. Llegó el momento de entregarle el trofeo y alguien dijo: ‘Que se la entregue el niño’. Allí me di ese gusto inolvidable. Muchos años más tarde, estando en Holanda, siempre iba a hacer la cobertura de los Grandes Premios para mi trabajo en radio Nederland. Era un grupo extraordinario de pilotos como Lauda, Fittipaldi y Reutemann. Como las radios de Argentina tenían conocimiento de que había un compatriota allá, me llamaban para que hiciera distintas notas. Cuando me instalé en el país, seguí con esas coberturas, porque conocía el ambiente y a los corredores. Y así comencé el trabajo en televisión en canal 11 con Mach Once”.

Las inquietudes de Pancho eran permanentes y excedían ampliamente el universo de “El Deporte & el Hombre”. En paralelo, se daba el gusto de hacer diversos programas con otros enfoques: “Conduje un verano desde Mar del Plata, pero no con la tradicional cobertura de la temporada, sino ocupándome que la producción invitase a personajes interesantes. Nos fue muy bien y luego repetí ese formato en Uruguay. Años después hicimos ‘La casa de Pancho’ y creo que fue innovador. Porque eran muchas cosas, variadas, como me gustan a mí. De pronto en el living hablaba con alguien de filosofía, a continuación, me iba a la cocina para ver que estaban preparando y de ahí al crítico de cine. Creo que logramos romper con cierto estereotipo, sobre que ese tipo de programas solo lo conducían mujeres”.

Para un hombre ávido de conocimiento, nada podía ser mejor que estar al frente de un programa cuyo objetivo fue, precisamente ese. Para algunas generaciones, Pancho Ibáñez también es sinónimo de las preguntas y respuestas de “Tiempo de siembra”, sobre fines de los ’90: “Tenía el claro antecedente de ‘Odol pregunta’ de los ’60 y ’70. Cuando me lo propusieron, puse como condición fundamental que fuese en vivo (o grabado en vivo, sin cortes ni edición), para evitar cualquier suspicacia. Era realmente el programa que premiaba el saber -como fue el slogan que se me ocurrió-, no la suerte. Había que buscar una palabra o un término que identificase la respuesta correcta, como había el ‘Con seguridad’ de Cacho Fontana. Por eso quedó en el recuerdo ‘Redonda’, lo que yo decía cuando el participante acertaba y que tenía que ver con el logo de Siembra, el auspiciante”.

Otra de las huellas de Pancho Ibáñez es una frase que ha repetido en sus diversos programas y es una marca registrada, como el mismo aclara: “‘Todo tiene que ver con todo’ casi es una obviedad, pero la comencé a usar en defensa propia (risas). A veces me pasaba de estar hablando de las pirámides de Egipto y tenía que pasar a Henry Ford y los orígenes del automóvil. Fue mi manera de poder unir los más diversos temas que siempre me gustó asociar y abarcar”.

En el medio de la charla, muy respetuosamente, una señora se acercó hasta la mesa. Miró a Pancho y le preguntó si era él. Al recibir la afirmativa respuesta, se deshizo en merecido elogios hacia su profesionalismo y trayectoria. Él ya lleva varios años fuera de los medios masivos por propia decisión, pero el reconocimiento es permanente: “Situaciones como ésta me halagan y sorprenden. Soy consciente de que cada persona recuerda un momento especial de mi carrera, pero lo que me enorgullece, es la variedad de los saludadores. Sin distinción de género, edad o clase social. Porque fue algo que no planifiqué. Simplemente dije lo que sentía, tratando de ser correcto y educado”.

Un tema ineludible para un apasionado de la comunicación es esta era actual, donde todo se va modificando casi al instante, con una celeridad insospechada: “La globalización en si misma me parece maravillosa. Nadie puede estar en contra de que algo pueda llegar a la mayor cantidad de gente posible. Desde siempre pensé que la televisión es un servicio social, que no debe ser un instrumento para llamar la atención, sino de informar y educar. Con el pretexto ‘esto le gusta a la gente’ se hace cualquier cosa. Me pasa como espectador, cuando una persona está diciendo algo interesante, pero no necesariamente impactante, se nota que por el auricular le están diciendo al conductor que hay que cambiar de tema e ir al impacto. Estoy en contra de eso”.

Han pasado cuatro décadas y aquel programa permanece en el recuerdo, como lo son en la vida las gratas compañías. Así lo siente Pancho: “Creo que ‘El Deporte & el Hombre’ es tan recordado, 40 años después, porque fue un programa disruptivo, que no siguió la pauta de lo que se hacía habitualmente, escapando a la norma de fútbol y carreras. El deporte comenzó a transformarse en la televisión, a conocer otras disciplinas y poder disfrutar de los Juegos Olímpicos, por ejemplo. El nuestro país, el primer ironman, se vio en ese programa. En mi opinión, era lo más lógico que todo ese bagaje de imágenes, pudiese verse en la televisión nacional”.

Por suerte, a los directivos de un canal, en la lejanía del ’83, se les ocurrió sintonizar con esa idea, que no era una carta común en el mazo de la televisión argentina. En la charla, me sentí como en la casa de Pancho, en un maravilloso tiempo de siembra para quien siempre tiene ganas de seguir aprendiendo. Del deporte y el hombre. Y de muchas cosas más. Porque todo tiene que ver con todo. Y porque siempre será un placer tener referentes como Pancho Ibáñez.

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