Así fue el cónclave más largo de la historia: duró tres años, hubo racionamiento de comida y murieron tres cardenales

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Personas alrededor de la estatua del papa Pío IX en la Basilica de Santa Maria Maggiore, ene Roma, a 22 de abril de 2025. (REUTERS/Dylan Martínez)

El cónclave más largo de la historia de la Iglesia católica se desarrolló entre 1268 y 1271 en la ciudad de Viterbo, al norte de Roma, tras la muerte del papa Clemente IV. Durante casi tres años, las divisiones políticas y las tensiones entre los cardenales prolongaron un proceso que dejó profundas huellas, tanto en la ciudad como en la Iglesia misma. Este episodio clave fue un verdadero desafío institucional y un periodo de crisis.

Después del fallecimiento de Clemente IV, el 29 de noviembre de 1268 dio inicio el cónclave en Viterbo, ciudad elegida para alejarse de los conflictos políticos que azotaban Roma. Los cardenales se reunieron en la catedral de San Lorenzo con el objetivo de elegir al nuevo líder de la cristiandad, pero el proceso, que debía iniciar de manera rutinaria, se vio afectado por las divisiones internas del Colegio Cardenalicio.

En aquel momento, dos facciones principales dominaban las deliberaciones: los carolinos, partidarios de un papa francés, y los gibelinos, defensores de un pontífice vinculado al Sacro Imperio Romano Germánico. Además, otras familias influyentes como los Orsini y los Annibaldi se alinearon con estos bandos mayores, profundizando el callejón sin salida. Según las reglas, al menos 14 de los 20 cardenales debían estar de acuerdo para elegir al nuevo papa, pero las tensiones llevaron a un bloqueo total del proceso.

Con el paso de las semanas, las votaciones diarias se transformaron en encuentros semanales e incluso en votaciones espaciadas por meses. Las negociaciones, cargadas de promesas políticas más que espirituales, se tornaron cada vez más infructuosas. Los cardenales no lograban consensos, y la posibilidad de elegir un líder parecía cada vez más lejana.

Una ciudad dividida

Simultáneamente, la ciudad de Viterbo sufría los efectos de este estancamiento. Obligada a sostener económicamente a los cardenales y sus séquitos, la población local comenzó a experimentar tensión y hambre. En un acto de presión hacia los religiosos, las autoridades locales, tomaron decisiones drásticas: redujeron las raciones de comida y agua, y encerraron a los cardenales en el palacio papal. Este encierro dio origen al término “cónclave”, derivado del latín cum clave, que significa “con llave”.

La medida, lejos de resolver el problema, exacerbó aún más la crisis. En su esfuerzo por romper el estancamiento, los ciudadanos de Viterbo llegaron incluso a desmontar partes del techo del palacio papal para “ayudar” a los cardenales.

Tres cardenales murieron por las condiciones

Según detalla National Geographic en un artículo, la intención era que “Dios iluminara sus deliberaciones” al exponerlos directamente al cielo. Sin embargo, la ironía de esta acción terminó agravando las condiciones del encierro, especialmente durante el invierno, cuando las lluvias y el frío azotaron a los cardenales. La combinación de agotamiento físico y el deterioro de las condiciones sanitarias condujo a la muerte de tres cardenales durante el prolongado proceso.

Ante la incapacidad de avanzar, los cardenales decidieron delegar la elección a un comité más reducido de seis miembros. Esta maniobra permitió negociaciones menos influenciadas por las divisiones internas, lo que finalmente llevó al consenso. El hombre elegido fue Teobaldo Visconti, un candidato inesperado por encontrarse entonces en Tierra Santa participando en una cruzada. Visconti aceptó el cargo tras ser informado de la difícil situación y se pasó a llamar Gregorio X.

El 1 de septiembre de 1271, Gregorio X fue oficialmente elegido como el nuevo papa. Su llegada a Viterbo ese invierno trajo esperanza de estabilidad a una institución que había estado al borde de la fractura. Poco después, trasladó la Curia papal a Roma, reforzando el control institucional tras el desgaste generado por el cónclave. Finalmente, el 27 de marzo de 1272, Gregorio X fue coronado en la Basílica de San Pedro.

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