−PALMA DE MALLORCA. “Nunca he estado más vivo, más feliz, ni nunca he sido más yo, ni todo ha sido tan real como cuando estuve muerto. Es como si la vida fuera un sueño y la muerte fuera la vida.” Javier Melo (catalán, 64 años) doctor en Ciencias Económicas con grados y posgrados, profesor en distintas universidades, no puede evitar las lágrimas cada vez que cuenta lo que vivió a los 23 años, cuando era “un joven desmelenado”.
Un brutal accidente de coche en el centro de Barcelona le provocó traumatismo craneal, conmoción cerebral y pérdida del conocimiento, según su historia clínica. “Sentí que me separaba del cuerpo y empecé a verme desde arriba –cuenta a LA NACION– me veía deambulando como borracho alrededor del lugar del choque. Todos los apuntes esparcidos por la calle. No había celulares en aquel tiempo. Eso de salir y entrar del cuerpo pasó como dos o tres veces antes de que llegara la ambulancia. Lo último que recuerdo es la voz de la enfermera. ‘Este se nos va’. Y ahí empecé a subir alto, cada vez más alto, muy tranquilo y vi mi vida pasar. Sentía todo intensamente. Me veía de pequeño, sentía el agua del río al pie de los Pirineos, mi madre, mi padre, como si todo fuera uno. Luego me fui acercando a una frontera, como una línea, donde me recibió un ser luminoso y grande que me abrazó con un amor infinito y me dijo que tenía que volver”.
Javier detiene el relato. Una vez más la emoción le cierra la garganta. Quiere frenar las lágrimas, pero ellas van por libre y no le hacen caso. “Cuando volví al cuerpo me dolía todo. Me desperté chillando. Dios existe. Dios Existe. Dijeron que era una alucinación pero no lo fue. Hoy ya los médicos saben distinguir una alucinación de una ECM (experiencia cercana a la muerte). Lo que viví es algo que no se olvida, y esto lo dicen todos los que lo han vivido”.
Su historia, que suena tan potente y movilizante, podría ser una más de las tantas referidas desde que el gran pionero de la investigación de las ECM, Raymond Moody (Porterdale, 1944, médico, psiquiatra y profesor de filosofía), abrió el camino medio siglo atrás con La vida después de la vida, un mega best seller que vendió más de quince millones de ejemplares y contaba historias como esta, que sería una de tantas, decíamos, si no fuera por el transformador despertar que empujó al protagonista a volver el contador a cero aunque muchos años después. Soltó amarras con la vida pasada y mandó la carrera de economista y los diplomas al desván. En 2017 dejó su trabajo, vendió todo y con lo que tenía en la cuenta fue tras su sueño, ese que tantas veces había ofrecido y nadie se lo había “comprado”, tachado de delirio. Así nació Icloby, la fundación sin fines de lucro que se autodefine en su página web como el lobby de la conciencia y promueve, a través de cursos, conferencias e iniciativas científicas, un cambio de conciencia individual y global para la humanidad.
Pilar Sordo. Cuenta los secretos indispensables para lograr un amor duradero
Proyecto Luz
Hace pocas semanas, y como presidente fundador de Icloby, Melo lanzó el Proyecto Luz, el primer y más extenso estudio clínico prospectivo de experiencias cercanas a la muerte en el mundo de habla hispana para determinar qué pasa en la conciencia de las personas que, habiendo estado clínicamente muertas, vuelven a la vida tras una reanimación.
El proyecto, del que participan hasta ahora quince hospitales, la mayoría de ellos españoles y dos de la Argentina, está dirigido por la doctora Luján Comas (Barcelona, 1951), con más de 30 años de trayectoria como especialista en anestesiología y reanimación del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona, y asesorado por un consejo de notables que deja con la boca abierta. A la cabeza de este team está el ya mencionado doctor Raymond Moody, a quien le sigue el cardiólogo holandés Pim Van Lommel, premiadísimo científico ahora consagrado a investigar la conciencia a tiempo completo y que hizo en 2001 un estudio semejante pero circunscrito al mundo sajón. Luego están Eben Alexander, neurólogo de la Escuela de Medicina de Harvard, que vivió una ECM y escribió varios libros al respecto; el psiquiatra Bruce Greyson, de la Universidad de Virginia, que creó la Escala Greyson que sirve para determinar cuándo una experiencia puede ser considerada ECM; y David Lorimer, director de Programas de la Red Científica y Médica, autor y editor de más de una docena de libros ad hoc.
“Queremos demostrar que la conciencia no es un subproducto del cerebro. Que somos algo más que materia –dice al teléfono la suave pero firme voz de la doctora Luján Comas–. Parte del mundo científico cree que cuando se para el cerebro se acabó todo y no hay nada más, pero las ECM registradas en los hospitales en personas reanimadas luego de un paro, dicen lo contrario. Para este estudio tomamos solo las que han tenido un paro cardíaco”.
–¿Por qué solo este rango?
–Porque sabemos que en un paro cardíaco, a los pocos segundos el cerebro cae en subfunción y en inconsciencia deja de recibir sangre. Electroencefalograma plano, no hay conciencia.
–¿Como si estuviera muerto?
–En teoría está muerto, no hay una función cerebral. El corazón está parado y no respira. Muerte clínica. Entonces, si hay un paro y el cerebro, que teóricamente produciría o albergaría la conciencia, está con EEG plano, es lícito preguntarse, si tuvo una ECM. ¿Dónde está la conciencia de esas personas que, con ese cuadro objetivo, no solo mantienen ese estado sino que dicen sentirla más plena que cuando están conscientes? ¿Cómo pueden detallar lo que pasa en la sala de cirugía, y quienes lo reanimaron y qué decían y cómo iban vestidos y cómo era el lugar?
–¿En qué fase está ahora el proyecto?
–La convocatoria está abierta y estamos comenzando, pero algunos hospitales ya este año concluyen la primera fase. Hay que pensar que no entran todos a la vez, sino que se van sumando paulatinamente, porque siguen sus propios protocolos de análisis y decisión. El objetivo es alcanzar un total de 344 casos.
–¿Por qué 344 y no 350?
–Porque es la misma población que tomó el doctor Pim Vam Lommel en 2001 cuando hizo un estudio equivalente pero en el mundo anglosajón y excluyendo niños. Nosotros lo hacemos en el mundo hispanoparlante, incluyendo niños y aplicando las nuevas tecnologías que hay en 2025.
La ciencia revela si es mejor hacer ejercicio todos los días o solo los fines de semana
–El estudio se prolonga por ocho años. ¿A qué se debe?
–Queremos mostrar los cambios en los hábitos de vida, en las creencias y en las prioridades que se producen en las personas que viven una ECM. Uno de los más importantes es que pierden el miedo a la muerte.
De Platón a nuestros días
“Cuando la muerte se precipita sobre el hombre, la parte mortal se extingue; pero el principio inmortal se retira y se aleja sano y salvo”, decía Platón hace más de dos mil años. Muchos escritos previos a la era cristiana como la Biblia, el Libro Tibetano de los Muertos, el Libro del Esplendor de la mística judía, textos del islam y del hinduismo y de casi todas las tradiciones antiguas cuentan con detalles experiencias del más allá.
Uno de los primeros en hablar de esto a fines del siglo XIX fue el geólogo y alpinista de la Universidad de Zurich Albert Heim (1849-1937) que en Observaciones sobre accidentes fatales describió casos de montañistas que relataron lo vivido al caer desde una montaña al vacío.
Pero fue recién en 1975 con la aparición del libro de Raymond Moody cuando el tema despertó la atención en el mundo científico, aunque siempre acompañado de buen manto de dudas y escepticismo.
Uno de los que impulsó la creación de la Asociación Internacional para el Estudio de las ECM (IANDS en inglés) es el doctor Bruce Greyson, psiquiatra, autor del resumen ECM de la Enciclopedia Británica, también editor jefe del Journal of Near-Death-Studies y una de las autoridades más respetadas en esta materia. Fue un escéptico acérrimo hasta que se topó, a principios de los 70, con una joven paciente que había intentado suicidarse.
Holly llegó al hospital inconsciente con el corazón que apenas latía, pero él la estabilizó y la dejó internada en la UCI. Antes de irse conversó un rato en la habitación contigua con la chica que había llamado a Urgencias. Al día siguiente no solo encontró a Holly consciente, sino que ella sabía su nombre, le repitió la conversación que él había mantenido con su amiga e incluyó un detalle que le “erizó el vello de la nuca”.
Mencionó que tenía una mancha de tuco en la corbata, y era cierto, pero ella no podía o debía saberlo. Él se había manchado mientras comía en el bar del hospital.
No podía creerlo, pensaba que le estaban gastando una broma. No obstante, enterarse de casos parecidos lo impulsó a investigar y Moody le dio un empujón cuando lo convocó para que lo ayudara con toda la correspondencia que estaba recibiendo por el éxito de su libro. Lleva más de medio siglo con el tema y su escala Greyson es la principal herramienta para determinar si una vivencia es ECM.
No menos escéptico era otro de los miembros del consejo asesor, el doctor Eben Alexander, profesor de la Escuela de Medicina de Harvard. Pero una meningitis lo tuvo una semana en coma profundo y desahuciado, y cambió de idea. “Hasta que me pasó eso yo pensaba que el cerebro era el que producía la conciencia, pero me lleve una sorpresa. Yo estuve en el cielo”
Lo que cuenta en su libro La prueba del cielo fue algo más que un testimonio. Su pedigree científico aportó un valor extra insoslayable en el estudio de las ECM, aunque las críticas le llovieron igual.
Una luz blanca, una música bellísima sonando, seres superiores “transparentes y resplandecientes” y un valle de colores brillantes. Una mujer joven de cabello oscuro y ojos azules le hizo saber telepáticamente que siempre sería “amado y apreciado”, pero que tenía que volver. Ya en su casa, al doctor Alexander, que había sido adoptado de pequeño, le mostraron la foto de una hermana biológica, muerta un tiempo antes. Aseguró que su rostro coincidía con el de la joven de su ECM.
Detalles en común
Empresario textil de Barcelona y autor de ¿Y si mañana me voy?, Juanma Martínez Patiño, 56 años, pasó por una experiencia parecida: nueve días de un coma profundo, también debido a una meningitis y desahuciado en el Hospital Bellvitge, pero a los 12 años.
“Yo no vi el túnel, pero me despegué del cuerpo y aparecí en un lugar de belleza exuberante donde había niños jugando y adultos, como si estuvieran celebrando algo. Quería ir con ellos a jugar, pero no podía. Una barrera me lo impedía. Y en medio de ese debate me envuelve una luz blanca muy intensa pero que no te deslumbraba, brillante, y sentí un amor incondicional, algo increíble, algo que no es de este mundo”.
En Argentina el caso más sonado fue el del periodista Víctor “el Gallego” Sueiro, (1943-2007) que a los 47 años estuvo clínicamente muerto casi un minuto durante un cateterismo en el sanatorio Güemes. Contó su experiencia en el libro Más allá de la vida y fue un boom de ventas. Y ahí, lo típico: la luz blanca, la sensación de paz y amorosidad, “voces de bienvenida”, según contó. “Viniste Gallego”, como lo llamaban los amigos, por ahí un cariñoso “Vittorio”, también muy común entre sus colegas, y un “hola Tito” que lo desconcertó, contó, porque la única que lo llamaba así era su madre.
En casi la mayoría de los testimonios hay muchos detalles en común, algunos no exentos de cierto humor. Como un caso que presenció el doctor van Lommel en 2001, cuando llevó adelante el estudio ya mencionado. Un sobreviviente de un paro cardíaco había tenido una ECM típica: la luz, encuentro con otros seres en aquellos ámbitos y tal. Cuando despertó no le encontraban la dentadura postiza, pero él sorprendió a todos: “No, no, está en el carrito de la habitación de al lado, me la sacó la enfermera cuando estaba en la camilla. Yo vi cuando lo hacía”. Y era verdad!
La conciencia y sus entramados misteriosos es un tema de esta época. Y aunque hay media biblioteca de un lado y media del otro, mucho parece indicar que este siglo que no ahorra sorpresas mostrará en cualquier momento avances científicos que superarán a Orwell, Tofler y Bradbury juntos. Viktor Frankl (1905-1997), el creador de la logoterapia y sobreviviente del Holocausto, dejó esta frase: “En la muerte el ser humano no pierde su vida, se transforma en la vida”. Muy parecida a la del testimonio que da inicio a esta nota.
La escala de Greyson
Bruce Greyson, médico psiquiatra, es considerado uno de los padres de las investigaciones sobre ECM, a las que ha entregado sus últimos 45 años. “Ser escéptico es mi obligación como científico –dice–, máxime con este tipo de vivencias para las cuales la ciencia aún no tiene una explicación clara. Pero están ahí y no se pueden negar”. De su autoría es la escala que creó en 1983 y es actualmente la herramienta más utilizada para identificar una ECM.
Luego de analizar 74 testimonios llegó a este estándar con 16 ítems tipificadores. Se considera una ECM la vivencia de al menos siete de ellos.
◗ Sentido de alteración del tiempo y del espacio
◗ Velocidad del pensamiento
◗ Revisión de la vida
◗ Aprendizaje de un conocimiento especial
◗ Sentimiento fuerte de paz
◗ Emociones y sentimientos intensos y positivos
◗ Sensación de ser uno con el universo
◗ Encuentro con una luz brillante y mística
◗ Sentidos más vívidos de lo normal
◗ Conciencia de lo que ocurre en otros sitios
◗ Captación del futuro
◗ Experiencias de estar fuera del cuerpo físico
◗ Viaje hacia o a través de un túnel
◗ Encuentro con una presencia mística
◗ Visión de fallecidos o de una figura religiosa
◗ Encontrarse con una barrera o un límite
Proyecto Luz
Ya son 15 los hospitales que participan en el proyecto de la Fundacion Icloby, que es la sigla de Lobby Internacional de la Conciencia. Entre ellos hay tres de Barcelona, el Clínic, el Mutua Terrassa y el Bellvitge; el Quirón, de Málaga; el Hospital Universitario de La Coruña; el Hospital Universitario de Móstoles, el Hospital 12 de octubre y el Hospital Ramón y Cajal, en Madrid. Fuera de España están el San José, de Bogotá, y dos de Argentina: el Lagomaggiore, de Mendoza, y la Clínica Central de Villa Regina, en Río Negro.
Luján Comas, directora del proyecto, explica que “se ha seguido el protocolo científico exactamente igual que si estudiamos un nuevo medicamento o una enfermedad rara, y ha pasado las pruebas del Comité Nacional de Ética e Investigación de España. Después de haber pasado todos los controles se empieza el trabajo de investigación. Hay un diagnóstico, una recogida de datos y un seguimiento”.
El proceso completo se extenderá por ocho años con diferentes fases, tanto en el momento del paro, como consultas sobre su cambio de vida más adelante.