A mitad de camino entre la Plaza Mayor y Sol. Allí se encuentra emplazado el histórico teatro Albéniz de Madrid donde, en una noche de septiembre del año pasado, el público canturreó, alabó y ovacionó el intercambio entre el músico Kevin Johansen y el dibujante y humorista Liniers (Ricardo Siri).
Una oda a lo celebratorio del arte y a un canon de la multiplicidad que permite el cruce de lenguajes. Ellos, desde hace mucho, saben muy bien cómo hacerlo.
Desde el 28 de marzo, en las plataformas digitales está disponible Desde que te Madrid, el álbum -editado por Sony Music– que se convierte en un testimonio de aquella velada donde la voz dibujó sonidos y las pinceladas recrearon acordes y, una vez más, confirmaron que esa sociedad que nació hace quince años es uno de los intercambios artísticos más interesantes de la contemporaneidad.
-Al escuchar el trabajo, uno desea que no concluya, que se transforme en un loop permanente. Algo que también se percibe en los espectadores presentes en la función madrileña.
Liniers: -Fue una noche de amigos, tanto arriba como debajo del escenario, como esos encuentros con primos que hace mucho no ves.
Kevin Johansen: -Me di cuenta de que me encanta el ritual teatral, el compartir el momento con la gente y percibir sus reacciones.
Liniers: -En lo personal, me entusiasmó mucho la idea de hacerlo y que se grabase al mismo tiempo.
Kevin Johansen: -Eso me estresó un poco, me costó un rato alejarme del momento y reconocer el “relájate y goza”.
Aquella noche marcó el cierre de una gira, una más. Sin embargo, Desde que te Madrid continuará sus presentaciones en vivo con una segunda parte del tour que se inició hace dos años.
Hasta la presentación en el teatro Albéniz, el tour había tocado 16 países y 37 ciudades. Y, a modo de vermú, podría decirse que habrá un aperitivo en vivo el próximo 30 de abril en Niceto, prólogo de nuevas presentaciones en Buenos Aires y en el marco de una nueva etapa del periplo internacional. “El público abrazó con mucha fuerza este espectáculo que, podríamos decir, que es interdisciplinario”, sostiene el músico.
En mayo, verá la luz el vinilo de Desde que te Madrid, con un arte de tapa inteligentemente cuidado, donde varias historietas de Liniers grafica a modo de adelanto y redondea conceptualmente aquello que se va a escuchar desde la voz de Johansen y la presencia de invitados.
Liniers: -Kevin tiene el don del buen anfitrión, en los conciertos quiere que la gente se vaya con la panza llena.
Kevin Johansen: -Pero nosotros, por contrato, no nos dirigimos la mirada, no nos hablamos (risas).
Liniers: -Como Simon and Garfunkel.
Los roles están bien delimitados. O no tanto. Uno trabaja sobre los pentagramas y agita los instrumentos y la voz, y el otro se planta sobre el papel y hace rodar sus trazos. Pero ambos están conjugados por el humor y la sonoridad.
El encuentro con LA NACION sucede en la casa del músico en el corazón de Belgrano R, pletórica de plantas y con Lala, su mujer, una anfitriona excepcional. Está claro que es una charla en torno a la producción artística, pero el tono es de un encuentro de estudiantes rebeldes de colegio secundario. Cómplices. Y no queda otra que seguirles el tren. Imposible no divertirse.
Dan ganas de descorchar algo y seguir ahí durante horas. Cada tanto, Kevin -que define sus modos artísticos desde un estilo propio bautizado como “Des-Generado”- zapea algo y Liniers encuentra el remate justo como quien dibuja con las palabras aquello que podría transpolarse al lienzo. Fiestón de arte.
Nombran escritores, se desafían sobre conocimientos de música, rueda un mate y, a pesar de la internacionalidad de ambos, por origen, adopción o trabajo, lo argento vibra poderoso.
“Desde 2008 a 2016 giramos mucho, luego yo me fui a vivir afuera y Kevin sacó un nuevo disco, eso implicó desarmarnos, pero en 2022 Kevin me visitó en Vermont y sugirió, como al pasar, la idea de volver a juntarnos en un escenario”, recupera en su memoria el autor de la tira gráfica Macanudo, a quien la idea le cerró desde varios aspectos.
“Pensé que regresar a Buenos Aires me permitiría ver el Mundial de Fútbol de Qatar con mis amigos; hubiera sido raro ver ganar a (Lionel) Messi en Vermont”. A pesar de la argentinidad que emana de su obra, el dibujante se encuentra radicado en el boscoso noreste de los Estados Unidos desde hace algunos años.
“Había pasado la pandemia y era lindo reencontrarse. Nos cargamos porque, él, que es del sur, se fue al norte y yo hice el camino contrario”, grafica Johansen, quien nació en Fairbanks, Alaska. De padre estadounidense y madre argentina, en él se conjuga muy claramente ambas idiosincrasias.
En el caso de Liniers, es tan porteño como el Obelisco y su firma es, en realidad, su segundo nombre de pila, en homenaje a su abuelo, quien descendía nada menos que del Virrey Santiago de Liniers.
Influencias
El primer corte del material fue “Vals de la luna”, que fue seguido por “No voy a ser yo”, tema que cuenta con la participación de Jorge Drexler. El álbum consta de catorce canciones -que bien le queda a Johansen esta nomenclatura-, dos de las cuales son versiones muy interesantes de “Modern love” de David Bowie y “La chanson de Prevert” de Serge Gainsbourg.
Además del uruguayo Drexler, también participan a modo de invitados el cuarteto femenino español Las Migas y el percusionista Tom Atahualpa, uno de los hijos de Kevin.
El material, elegante por donde se lo mire, está dedicado a Les Luthiers y cuenta con un prólogo de Carlos López Puccio. “Con Ricardo (Liniers), encontramos ahí una gran influencia, somos fanáticos de Charly (García) y de Les Luthiers, hacemos música y jugamos con el concepto del teatro griego del drama y la tragedia. Gracias a Ricardo (Liniers) conocí la risa como una forma de aplauso”, remarca Johansen, quien recuerda que, a los doce años, recién llegado a Argentina, fue su madre quien lo llevaba a disfrutar de las presentaciones de Les Luthiers. “Hoy encuentro que, en cierta forma, se completa un círculo”.
En el caso de Liniers, la fascinación por la banda de músicos y humoristas refinados le fue legada por sus abuelos: “Ellos me llevaban a verlos al Coliseo. Con los años, tanto Kevin como yo los pudimos conocer a los cinco Luthiers y establecer un vínculo. Ellos se reían de la pretensión y algo de esa tónica se ve en Macanudo y en la música de Kevin, es parte de nuestro ADN”.
Johansen les rubricó una hermosa dedicatoria en su disco City Zen. En un viaje a Montevideo, compartió vuelo con Daniel Rabinovich, quien se acercó para decirle: “Gracias por la dedicatuá» (sic).
-¿Se sienten herederos?
Kevin Johansen: -No, para nada, solo se trata de pensar en una influencia.
Liniers: -Cuando hay artistas que no reconocen influencias, que entienden que “vienen de la nada”, me suena, mínimamente, a desagradecimiento. Haga lo que hagas, siempre hubo alguien que lo hizo antes, como el tipo que puso un tiburón en un “coso”, antes lo hizo (Marcel) Duchamp.
-El tema es cómo se genera el atravesamiento de la influencia con el propio lenguaje.
Liniers: -Cómo ponés tu experiencia en eso. Yo no sería el dibujante que soy sin antes haber visto a Les Luthiers, sin haber transitado a Quino. Por supuesto, luego aparece el deseo de hacer algo propio, no quiero hacer a Los Simpson o Mafalda, sino decir algo mío.
Kevin Johansen: -Ponerle la propia impronta. (Luis Alberto) Spinetta quiso ser Spinetta, y Les Luthiers quiso ser Les Luthiers.
-Está claro que, más allá de los influjos, y jugando con tus palabras, “ustedes son ustedes”.
Liniers: -Desgraciadamente.
Peña y un comienzo
-Más allá de lo artístico, se percibe una química personal entre ustedes.
Kevin Johansen: -Somos amigos.
Liniers: -No lo podría haber hecho con nadie que no fuese amigo. Cuando comenzamos con este proyecto, llevábamos cinco o seis años de amistad. Y, con ese pasado detrás, podía hacer algo y que luego él me dijera “no lo hagas más”, dada la confianza entre ambos.
Kevin Johansen: -Dice la leyenda que Ricardo (Liniers) me escuchó en una entrevista que me hizo Fernando Peña en radio y que le interesó el tema “Mc Guevara’s o Che Donald’s”, de mi primer disco The nada. Ante eso, me escribió un mail, comentándomelo. En ese tiempo, él tenía una tira que era Bonjour, que me encantaba, así que lo re tenía en mente.
Rápidamente, apareció la posibilidad de compartir algún vino y un posterior asado. Había nacido una amistad sostenida, primigeniamente, en la empatía artística: “Antes de eso, lo iba a ver a Notorius, cuando Kevin recién comenzaba y armaba él mismo el set de instrumentos. Llegaba y le decía: ‘Soy el de los dibujitos’. Así uno se hace amigo de la gente”, dice Liniers, quien graciosamente y sin ingenuidad define como “dibujitos” a su obra. En el disco puede escucharse cuando le espeta a Jorge Drexler: “Te vamos a pagar con dibujitos”.
“Hay muchas amistades de este tipo, como la de (Joan Manuel) Serrat con (Roberto) Fontanarrosa, o los vínculos que tejió Caloi”, argumenta el cantante, quien se levanta y descuelga una foto enmarcada y propone un acertijo al cronista para descular el nombre de cada uno de los integrantes de una barra de abrumador talento acumulado. Allí se pueden ver a Caloi, Joan Manuel Serrat, César Luis Menotti, Alejandro Dolina, Alfredo Casero y Ricardo Mollo y Lala, la mujer de Johansen, que aún era pareja del hombre de La venganza será terrible.
-Hace quince años que “se” colaboran.
Liniers: -Al comienzo era diferente. Yo estaba pegado al sonidista y trabajaba mis dibujos en una computadora con Photoshop. Así era en el Gran Rex, donde, sobre el final, Kevin me mencionaba. Luego, pusimos una cámara cenital sobre los dibujos que iba haciendo en simultáneo. En realidad, en un determinado momento, le dije que no me llevaba bien con las computadoras y que necesitaba pintar.
-El verdadero arte.
Liniers: -A él le pareció bien y me propuso subirme a un escenario, pero le respondí: “Soy un aparato, no soy gracioso, no te va a garpar”. Al principio, comencé pintando murales de espalda, entonces seguía medio escondido.
-Eran obras de grandes dimensiones.
Liniers: -Mientras hacía eso, él tocaba y comentaba. Finalmente, apareció la idea de la cámara cenital sobre mis papeles y hacer un dibujo por cada canción. Ahí se acomodó todo. Me empecé sentir más cómodo en el escenario y me salió un gracioso raro.
Kevin Johansen: -Es muy gracioso y dejó de ser tímido.
Liniers: -Lo mejor que me pasó en la vida fue matar la timidez. Todo se puso mucho más divertido.
-Esa timidez, ¿también se manifestaba en lo personal?
Liniers: -Totalmente, el arte y el dibujo fue el puente que yo hice hacia la gente.
Kevin Johansen: -Hace poco escuché una entrevista a (David) Bowie en la que decía: “El arte se completa con el público”.
-La teatróloga francesa Anne Ubersfeld sostenía que “los signos de la escena los organiza el espectador”.
Kevin Johansen: -Cuando componés con la guitarra estás mirándote para adentro, elucubrando una idea. Luego aparece lo público, la exposición.
Maridaje
Pensando en el maridaje entre el sonido y la imagen, Johansen recuerda que, en su infancia, su madre le mostraba imágenes de pinturas, y él y su hermana debían responder con el nombre del autor: “Así fui conociendo a Picasso, Matisse, Monet. Nos decía: ‘¿Quién es?‘, y nosotros gritábamos: ‘Es Kandinsky’. Así aprendí un montón, gracias a mi vieja que era docente. Por eso, el link con Liniers y su arte”.
No son solemnes. Está clarísimo. Y eso no atenta contra la profundidad de la obra. “No hay que caer en el preconcepto, ni tener miedo a no ser tomado en serio si se apela a la ironía y el humor, algo que no me sucede. El humor es un velo para decir cosas muy profundas que obligan a una segunda lectura. A Luis Alberto Spinetta le encantaba Tangalanga”, sostiene Johansen, de alguna forma validando la ranura por la que parte de su obra se filtra hacia el humor y viceversa.
“La música puede tener humor”, afirma el compositor y arremete con un hermoso momento para graficar la cuestión. Toma su guitarra y explica mientras ejecuta: “Fa sostenido mayor séptima suena alegre y pícaro. Fa sostenido menor séptima suena triste”. Y dan ganas de seguirlo escuchando sonar en el unplugged espontáneo.
“Cuando escuché ‘Mc Guevara’s o Che Donald’s’, más allá de su contenido social y serio, pensé: ‘Este es uno que canta en gracioso’ y cuando conocí ‘Guacamole’ lo terminé de confirmar”, explica Liniers, quien, a partir de esos dos temas, salió impulsado a comprar aquel disco de su futuro amigo.
“Ahí entendí que en cada canción hace algo distinto, algo que me intrigó mucho. Y, en alguna medida, es lo mismo que hago yo en Macanudo, que no es todos los días gracioso, sino que puede pasar del absurdo o el humor tierno a la observación”.
Johansen define muy bien la postura: “No somos unidireccionales” y Liniers asiente gratificado con el hallazgo semántico. “Por eso, cada canción me pide hacer algo distinto, desde lo paródico a lo melancólico; pero también aparece el contrapunto y, en una canción donde no aparece el humor yo puedo graficarla con el dibujo más tonto que te puedas imaginar o traducir mal una canción”.
-¿Qué sucede con la repetición?
Kevin Johansen: -Como en el teatro, el público siempre es distinto y eso ya es un plus para que nada sea igual. Por otro lado, a diferencia de los maestros de Les Luthiers, nosotros jamás hemos guionado ni ensayado. Todo se ha fijado al andar. Lo nuestro es el jazz, la improvisación.
Liniers: -A veces veo cosas viejas y me sorprendo, me pregunto por qué dejé de hacer tal o cual dibujo.
-¿Cada canción propone siempre un único dibujo?
Liniers: -Tengo diversos elementos con los que trabajo, quizás puedo repetir una frase, pero lo que me divierte es hacer algo nuevo en cada show. Y disfruto mucho si Kevin se tienta. Si él se ríe, la gente también.
Universalidades
-¿Cómo se toma en los mercados internacionales donde se presentan este proyecto de características tan propias?
Liniers: -El mundo se está arreglando gracias a nosotros. Habrá paz en Rusia y Ucrania por nosotros.
Kevin Johansen: -Sea Madrid, Río de Janeiro o Berlín, siempre llega un público que nos conoce.
Liniers: -Amigos de la causa. Abrazan lo que hacemos.
-Seguramente, también irrumpe un espectador nuevo al que van conquistando.
Kevin Johansen: -Nuestra yuxtaposición es interesante y es lo que agradece la gente. Incluso, la emoción puede aparecer desde el dibujo, no sólo desde la canción.
Liniers: -A los que van por primera vez es lindo escucharlos luego de la función.
Kevin Johansen: -Lo que hacemos llena los oídos y los ojos.
-¿Cómo articula la propuesta en medio de las conflictividades del mundo actual?
Kevin Johansen: -Hablamos desde la argentinidad y desde eso que en inglés se define como “reírse de la propia máscara”.
Liniers: –Cada vez que decimos que los argentinos somos humildes, la gente estalla en una carcajada.
Kevin Johansen: -Tenemos fama de fanfarrones.
-En el espectáculo, elaboran un ranking.
Kevin Johansen: -Decimos que el primer humilde es Lionel Messi y que segundo entró Liniers.
Liniers: -Nada menos humilde que decir que se es humilde.
Kevin Johansen: -Liniers juega al “agrandado de la humildad”.
Liniers: -Exijo monumentos. La primera “víctima” tiene que ser uno, para poder reírse luego de la realidad.
-Entonces, volvamos a lo de antes: ¿Cómo se hace música y humor en medio de la conflictividad que se respira en el mundo?
Liniers: -Está raro el mundo, pero está raro desde que nos dieron los celulares o desde que se murió David Bowie, eso lo desbalanceó; por eso se eligió a gente rarísima como Donald Trump. El mundo perdió un eje.
Kevin Johansen: -El universo está muy dark. La idea es tratar de transformar el mundo en algo mejor. Por eso la gente agradece ver a un dibujante y un músico que intentan que lo pasen bien, reírse de la realidad y hacerlo todo más llevadero.