Era la imagen menos pensada. Miles de palestinos de la Franja de Gaza salieron a las calles a protestar, clamando por el fin de la guerra, de los bombardeos israelíes… y por la salida del poder de Hamas, la agrupación terrorista que gobierna el enclave costero con mano de hierro desde 2007.
En un territorio donde la democracia, los derechos civiles y la libertad de expresión son inexistentes, la irrupción de las protestas en la vía pública para pedir la caída del régimen dictatorial fue una novedad sorpresiva, y desde luego arriesgada, para una población desesperada y arrasada por la guerra que no tiene nada más que perder.
El hartazgo estalló el 25 de marzo en Beit Lahia, en el norte del enclave. Miles de palestinos marcharon con carteles que decían “Paren la guerra” o “Queremos vivir en paz”, y coreando “Fuera Hamas”. Los manifestantes hacían responsable al grupo islamista por lanzarlos de cabeza a la guerra, por no entregar a los rehenes, por no negociar de alguna manera con Israel para frenar las bombas.
“Son miles los que han salido a protestar, y cientos de miles los que están contra Hamas. Hemos experimentado el gobierno de Hamas por 18 años y su falta de escrúpulos en estos 18 meses de guerra. Hemos experimentado bombardeos israelíes, y nos están matando los bombardeos israelíes y Hamas. Hemos evacuado de lugar en lugar, nos hemos quedado sin hogar, algunos no tienen dinero para moverse. La gente ya no da más, y por eso están sucediendo las protestas”, dice el abogado Moumen Al-Natour, un manifestante, en una videollamada con la agencia Fuente Latina.
“La guerra está abierta y no parece que haya un final, el único final es que se vaya Hamas. Me pregunto qué puede hacer Hamas. Ya no tiene la fuerza de antes. Con la guerra se ha debilitado. Así que tengamos una solución pacífica, con la salida de Hamas, en vez de atravesar un túnel oscuro”, añade Moumen. Ese túnel oscuro tiene que ver también con que Hamas se queda con la ayuda humanitaria y la revende en el mercado negro, denuncia. Así se disparan los precios de los alimentos en una población que tiene cicatrices en el cuerpo, dolores en el alma por familiares, amigos y hogares perdidos, y necesidades infinitamente insatisfechas por la tierra baldía y las fallas del gobierno.
Los manifestantes volvieron a salir a principios de abril, y lo hicieron de nuevo la semana pasada, insistiendo en las protestas y venciendo los temores en una sociedad aplastada bajo el peso del autoritarismo. Exhiben su descontento, su desmoralización, y exigen que los líderes dejen de hacer de la población palestina carne de cañón de un conflicto donde el pueblo deja la vida. Israel lanza las bombas, sí, pero muchos hacen responsable por igual a Hamas.
“No es que estén diciendo que Hamas no sea un buen movimiento, que no estén apoyando la visión de Hamas. Esto es algo que tenemos que entender. Lo que no quieren es que Hamas siga gobernando la Franja de Gaza. ¿Por qué? Porque si Hamas continúa gobernando la Franja, significa que nosotros, como población que vive en Gaza, no tendremos suficiente comida, nuestra casa será bombardeada y la guerra continuará, porque ahora parece que Israel se ha vuelto loco. Así lo analizan”, dice a LA NACION Shaul Bartal, investigador del Centro de Estudios Estratégicos Begin-Sadat y del Instituto de Oriente de la Universidad de Lisboa.
¿Serán las protestas el comienzo del fin de Hamas, el movimiento de moral implacable, de brutalidad armada? ¿Habrá un remake de la Primavera Árabe en este pequeño territorio?
Ariel Horovitz, fundador y director del Moriah International Center, cree que Hamas está permitiendo las protestas para dar una imagen de falsa democracia que se ajuste al paladar del público occidental. “Es decir, que hay protestas, que hay muertos, todo eso es real, pero yo creo que Hamas está de alguna forma incentivando esto, que haya protestas. ¿Para qué? Para mostrarle al mundo que son los soberanos, son los legítimos soberanos, que inclusive permiten tener protestas”, dice a LA NACION.
“Entro en la cabeza de Hamas. ‘Ustedes occidentales que les gusta la libertad de expresión y todas esas cosas, nosotros también tenemos libertad de expresión, fíjense’. Hamas en vez de ocultarlo o reprimirlo, lo expresa y lo muestra el mundo. Para dar una especie de barniz supuestamente democrático”, añade.
Una era post-Hamas
Hay coincidencia entre quienes analizan el conflicto en que Hamas, ya sea reprimiendo o dejando una pequeña ventana de presunta libertad de expresión, de “montaje”, como dice Horovitz, está peleando por su propia supervivencia como movimiento armado. Desde adentro y desde afuera, su situación es complicada.
“Las protestas en Beit Lahia estallaron mientras Hamas continúa rechazando los acuerdos de alto el fuego, exponiendo el mito del apoyo generalizado que el grupo y sus propagandistas han impulsado durante los últimos 18 meses. Queda por ver si estas manifestaciones traerán un cambio real, pero dejan una cosa clara: Hamas está luchando para conservar sus armas, incluso a expensas de los civiles de Gaza», escribe el analista de investigación Ahmad Sharawi en el sitio de la Fundación para la Defensa de las Democracias (FDD).
“Incluso si las manifestaciones no logran el (actualmente improbable) objetivo de socavar el gobierno de Hamas en Gaza, han roto, o al menos resquebrajado, la barrera del miedo que rodea al grupo”, dicen Neomi Neumann y Nikhil Samuel en un análisis para The Washington Institute for Near East Policy.
Algunos sugieren que la ideología de Hamas -considerada una organización terrorista por países como Estados Unidos y la Argentina- no está en cuestión, pero sí su capacidad de trabajar por el bienestar de la población, de aliviar las penurias. De saber negociar para frenar de una vez la lluvia de bombas israelíes.
Shaul Bartal sostiene que Hamas no se va a ir por sus propios medios. Podrían darse por vencidos, devolver los rehenes, entregar las armas, y tomarse el primer vuelo a Teherán o donde sea que quieran recibirlos como a un ídolo caído. Pero no lo van a hacer, dice Bartal. Van a quedarse.
La verdadera solución, sostiene el experto, sería la ocupación del territorio como primera etapa para otro tipo de gobierno, uno post-Hamas. Viene a la memoria la ocupación de los aliados de la Alemania nazi, que se extendió mucho más allá del final de la Segunda Guerra Mundial.
“Hay muchas soluciones para lo que vendrá después en la Franja de Gaza. Incluso la Autoridad Palestina es una de las soluciones. Escucho y leo muchas soluciones para la Franja de Gaza. Pero todo debería empezar por tener una administración militar. Una israelí, temporal, que controle la zona y gobierne lo que está pasando, también responsable de lo humanitario, de los alimentos, de la administración civil”, dice Bartal.
Ariel Horovitz coincide en la ocupación temporaria como primer paso, en especial porque, por cuestiones culturales y religiosas, la humillación de la derrota y la conquista disolverían de inmediato el poder de Hamas ante sus partidarios en la región.
“Hay una solución que ofrecen a algunos especialistas, que Gaza sea controlada por familias; familias locales que son una especie de clan; el mundo árabe en general está compuesto por la cultura de los clanes”, dice Horovitz. “Se les podría dar el mandato en especie de emiratos, pequeños emiratos regionales. Y con algún tipo de control y supervisión internacional, de Estados Unidos, tal vez Jordania, Egipto. Sería lo ideal, pero está lejos ese ideal. Primero, que Hamas termine su función en el mundo”.